Ni fines de semana ni festivos. Las grandes consultoras como Aguirre Newman, Richard Ellis, Knight Frank o Testa trabajan a destajo para poder hacerse con parte de la cartera inmobiliaria que el Grupo Santander quiere poner a la venta, y que está valorada en nada menos que en 3.200 millones de euros.
En total, según ha podido saber este periódico, se trata de unos 29.000 pisos, edificios y solares que el banco ha tenido que incluir en su balance como consecuencia de préstamos impagados tanto de Banif Inmobiliario como de Banesto. El total de su cartera inmobiliaria asciende a los 8.300 millones de euros.
La entidad que preside Emilio Botín quiere desenladrillarse para dar salida a estos inmuebles, aunque ello suponga asumir pérdidas. Además de pisos y locales, el Santander incluirá algún edificio de oficinas en zona prime para hacer más atractiva la oferta. Fondos alemanes y americanos están en la lista de candidatos. "El precio que se negocia es muy importante ya que va a servir de referencia para todo el sector", dice el analista consultado por el Economista.
"Una operación importante ya que va a servir de precedente para que el resto de cajas de ahorros y bancos sigan los mismos pasos". Como subraya esta fuente, puede ser un antes y un después y, lo que es más importante, puede abrir el grifo a todo los activos en cartera en manos de las financieras y que hasta ahora no salían. Más si se tiene en cuenta que en poco tiempo la banca será propietaria prácticamente de todo el suelo. "Será la mayor desinversión inmobiliaria de toda la historia de España", insiste esta fuente.
El concurso del año
Desde el Banco Santander las informaciones sobre estos posibles fondos son escasas. Sin embargo, las consultoras preparan el que sin duda será el concurso más importante en mucho tiempo. Y va a ir más deprisa de lo que se espera. Desde la consultora CB Richard Ellis, el director de Residencial y Entidades Financieras, Nicolás Llari de Sangenís, recalca la importancia que tendría para el mercado que salga adelante una operación de cartera de esta envergadura.
"En primer lugar porque es la única vía inmediata de limpiar de activos inmobiliarios el balance de las entidades financieras, algo que sería visto con muy buenos ojos tanto por inversores nacionales como extranjeros". Pero no sólo. Para Llari de Sangenís, adicionalmente, este tipo de operaciones acelerarían la ansiada minoración del stock en poder de las entidades, dándose la posibilidad de que el crédito hipotecario fluya hacia terceros activos y hacia la promoción inmobiliaria, "que no deja de ser esencia de este sector y una importante fuente de generación de riqueza para el conjunto de la economía", explica.
"La idea es cerrar estas operaciones de venta en un breve espacio de tiempo", dicen desde una de las consultoras que oposita al concurso. A la pregunta de cómo van las negociaciones la respuesta es "van" e incluso se atreven a asegurar que "a cualquier precio". Sin embargo, todos coinciden de manera oficiosa que sería aconsejable dividir la cartera en varios bloques y adjudicarlos por separado para darle una salida más cómoda y sanear sus cuentas malogradas por su excesiva exposición al inmobiliario.
Sea como sea la operación, no deja lugar a dudas de que los márgenes que puede dejar van a ser sustanciosos y van a poner cordura en un mercado que había perdido todo el sentido. Estas noticias son la explicación, a posteriori, de por qué el Grupo Santander ha decidido no renovar su contrato con Testa, la inmobiliaria de Sacyr Vallehermoso, responsable de gestionar su cartera de arrendamientos. En la inmobiliaria del Grupo, Altamira, la orden es trabajar en activospor3.200 millones. "De momento, porque esto cambia cada día que pasa".
¿Puede crecer la cartera? "Puede, pero Botín tiene prisa por soltar lastre" dicen con confianza. No es la primera vez que Botín toma una decisión tan drástica. En los años ochenta fue el primer banco que vendió con un descuento del 80% la deuda fallida de Argentina. También en enero de 2008, los grandes edificios de la Ciudad Financiera fueron vendidos por 1.900 millones (y un beneficio de 600) a Propinvest. Las sedes de oficinas y sucursales se vendieron a inversores particulares a los que el Santander garantizaba el pago del alquiler durante 20 años.