Empresas y finanzas

Polémica en Corea del Sur: Samsung, acusada de destinar 215 millones a 'comprar' políticos

Lee Kun-hee, presidente de Samsung. Foto: Bloomberg
"Cambien todo, excepto sus mujeres e hijos". Esto es lo que les espetó Lee Kun-hee, presidente de Samsung, a los principales directivos de la compañía surcoreana. Corría el año 1993 y hacía sólo cinco que Lee, tras la muerte de su padre y fundador, había tomado las riendas de una compañía que se había hecho grande gracias a la producción a gran escala de electrónica barata, prácticamente una copia de la japonesa.

Pero el grito de guerra de Kun-hee a sus directivos lo cambió todo. Supuso el toque de corneta para el giro estratégico que haría de Samsung un gigante tecnológico mundial. "Fabricar y vender productos deficientes es como desplegar veneno", argumentó el aún hoy presidente de la multinacional.

Su visión no pudo ser más certera. Hoy Samsung Electronics es un fabuloso imperio que facturó el año pasado por valor de 160.000 millones de dólares, lo que equivale a una sexta parte del Producto Interior Bruto de Corea del Sur. Su éxito ha catapultado a la multinacional al primer puesto mundial como productor de pantallas planas de televisión, al tiempo que ha desbancado a Motorola como líder de ventas globales de teléfonos móviles.

Actividad ecléctica

De hecho compite cuerpo a cuerpo con marcas como Sony, Nokia y Philips en los segmentos de televisión, ordenadores y móviles. Hoy, Samsung es mucho más que una gran empresa global; es la columna vertebral de la economía surcoreana.

Cuenta con 250.000 empleados y 59 filiales en otros tantos sectores, lo que lleva al conglomerado a extender horizontalmente sus tentáculos por un sinfín de productos y servicios: desde la producción de teléfonos móviles, cristales de precisión y ropa, a la provisión de seguros y tarjetas de crédito, hasta la gestión de hoteles, un equipo de béisbol o un parque de entretenimiento. Es la esencia misma del estilo chaebol, que es como llaman en Corea del Sur a los grandes conglomerados empresariales como Samsung, Hyundai, LG o Daewoo.

Los chaebol, artífices del resurgir económico del país después de la guerra que enfrentó a las dos Coreas en los 50, dominan prácticamente todos los ámbitos de la vida social, política y económica surcoreana. Hasta el punto de que muchos surcoreanos hablan de la República de Samsung al referirse a su propio país.

Escándalos en los 'chaebol'

Aunque nadie duda de la fortaleza de dichos conglomerados, sus detractores critican sus prácticas al límite de la ley y el trato de favor que les brinda el Gobierno, tradicionalmente muy unido a las grandes familias empresariales del país. A ese factor no es ajeno un hecho incontestable: al menos una vez cada año salta a las portadas de los periódicos un escándalo de corrupción que salpica a los chaebol.

El último estalló hace escasas semanas y apunta directamente a Lee Kun-hee justo cuando se cumplen 20 años desde que tomó el mando en la multinacional y obró, con su visión estratégica, el milagro descrito. Todo empezó cuando, este mismo mes, Kim Yong-cheol, asesor legal principal de Samsung durante años, hizo sonar el silbato de la denuncia por corrupción.

Kim, que abandonó la compañía en 2004, denunció a la Fiscalía que Samsung mantiene un fondo de sobornos de unos 215 millones de dólares distribuidos en un millar de cuentas secretas, que se estarían utilizando para sobornar de forma rutinaria a políticos, funcionarios públicos y periodistas para evitar investigaciones sobre sus operaciones.

La Fiscalía se movilizó hace unos días y ordenó una redada en la agencia de bolsa del grupo: "este registro e incautación tiene que ver con la creación de fondos para sobornos. Había circunstancias que hacían muy necesario registrar Samsung Securities", reconoció uno de los investigadores. Samsung, cómo no, ha negado enérgicamente cualquier alegación de corrupción en su contra.

Sin miedo al castigo

Pero no es éste el primer escándalo de corrupción al que se enfrenta Lee Kun-hee. En 1996 fue condenado, junto con los patriarcas de otros chaebol, a pena de prisión por sobornar al ex presidente Roh Tae-woo, aunque la sentencia quedó en suspenso; y en 2005 se salvó por un tecnicismo jurídico de ser condenado de nuevo por apropiación indebida de fondos para sobornos y donaciones para campañas políticas.

Otros casos de corrupción de los chaebol vieron actuaciones judiciales semejantes, habitualmente sentencias condenatorias que luego quedaron en suspenso en razón de "la decisiva contribución económica" de la compañía y del daño que la cárcel ocasionaría al futuro corporativo. Los casos se cierran con jugosas donaciones de las compañías a caridad.

La humillación pública sin condena efectiva explica no sólo la cultura de la corrupción que existe en el país, sino las razones de que esté tácitamente tolerada. En el caso Samsung, la mayoría de surcoreanos no espera que las cosas sean distintas esta vez. "Gracias a la concienciación pública de que Samsung no debe ser agitada, el grupo evitará lo peor", escribía hace días el diario Chosun Ilbo. Y así, vuelta a empezar en espera de que otro escándalo estalle en la República de Samsung.

Mientras la reforma legal de los opacos conglomerados se mantiene como la gran asignatura pendiente, el economista de la Universidad Nacional de Seúl, Lee Ji-soon, no duda que próximos escándalos están al caer. "Así será mientras que para las compañías sea difícil hacer negocios sin tener que pagar favores a los que tienen el poder", remata.

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