Empresas y finanzas

Un año aciago en las infraestructuras colma la paciencia de los catalanes

Héctor Mariñosa.

Barcelona, 13 dic (EFECOM).- Cataluña recordará 2007 como un año aciago en el funcionamiento de sus infraestructuras básicas, pues a las continuas incidencias de la red de Cercanías de Barcelona debido a las obras del AVE, que culminaron con un corte del servicio de 42 días, se sumó el gran apagón de julio y un histórico colapso viario.

El que debía ser el gran año de la llegada del AVE a la capital catalana se convirtió a la postre en un periodo que colmó la paciencia de muchos ciudadanos, aumentando la nómina de catalanes "emprenyats" -cabreados- y llevó a la convocatoria el 1 de diciembre de una manifestación en Barcelona de marcado tono nacionalista, en la que cerca de 200.000 personas reclamaron el "derecho a decidir" en lo tocante a las infraestructuras.

El propio presidente de la Generalitat, José Montilla, había advertido de los riesgos de "desafección" de los catalanes hacia España por la percepción entre muchos ciudadanos de una falta de inversiones por parte del Estado.

El año comenzó avisando de lo que se avecinaba, y así el mismo 1 de enero el Puerto de Barcelona registró el desplazamiento de 640 metros lineales de grandes bloques de hormigón de un muelle en construcción, cuya reparación costará 40 millones de euros y supondrá una demora de dos años en las obras de ampliación.

Pero el verdadero atolladero surgió en la red de Cercanías de Renfe de Barcelona, con unas líneas y trenes obsoletos que empezaron a fallar al tener que seguir funcionando junto a las complejas obras para llevar el AVE hasta la estación de Sants por un estrecho y concurrido corredor ferroviario.

Quince años después de los JJOO, la reputación de Barcelona como una ciudad moderna se ha resentido al verse jalonada casi a diario, especialmente el pasado verano, por imágenes de trenes averiados, estaciones colapsadas y pasajeros que abandonaban convoyes parados en medio de las vías.

Los retrasos sufridos por miles de pasajeros al acudir al trabajo o regresar a sus casas, que aguantaron con una mezcla de indignación y resignación, tuvieron sus momentos álgidos en ocasionales amotinamientos de ciudadanos que llegaron a invadir las vías.

El Ministerio de Fomento respondió a esta crisis con anuncios de inversiones extraordinarias y la creación del Centro de Coordinación de Operaciones Ferroviarias, mientras el secretario de Infraestructuras, Víctor Morlán, se instaló en Barcelona.

Pese a todo, las obras del AVE continuaron generando problemas a medida que se acercaban a Barcelona, especialmente por la construcción de un túnel que ocasionó una decena de socavones y el desplazamiento de un muro pantalla en un túnel contiguo de los Ferrocarriles de la Generalitat.

Estos incidentes obligaron finalmente el 20 de octubre a interrumpir, por razones de seguridad, tres líneas de Cercanías al sur de Barcelona durante cerca de un mes y medio, lo que llevó a habilitar un servicio alternativo de 200 autobuses para transportar diariamente a unas 160.000 personas.

El caos en Cercanías tuvo su reflejo en la vida política catalana y española, y fue uno de los principales asuntos de confrontación entre partidos, que se arrojaron reproches mutuos sobre la falta de inversiones en los períodos en los que sus rivales estaban en el poder.

Las críticas alcanzaron finalmente a la ministra Magdalena Álvarez, a quien todos los partidos catalanes, excepto el PSC, solicitaron denodadamente que dimitiera, presentando mociones de reprobación en el Ayuntamiento de Barcelona, el Parlament o el Congreso, que la rechazó por un escaso margen de tres diputados.

A todo esto, la caída de un cable de alta tensión de Endesa sobre una subestación de Red Eléctrica en Barcelona causó el 23 de julio un gigantesco cortocircuito que provocó un gran apagón en la ciudad.

La avería dejó sin luz a más de 300.000 abonados y en algunos casos el corte de suministro se alargó durante tres días. Barcelona dependió en buena medida, durante un mes, de 150 grandes y ruidosos grupos electrógenos instalados en sus calles, en una situación con visos tercermundistas.

Otro incidente que reveló el progresivo colapso viario en Cataluña se produjo el 4 de agosto, en plena salida de vacaciones, cuando se formaron retenciones de 70 kilómetros en la autopista AP-7, que obligaron por primera vez a abrir los peajes de El Vendrell y Tarragona. EFECOM

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