
Activos bancarios por valor de 309.000 millones de euros; 58.427 millones emitidos en forma de bonos en el primer semestre de este año; cerca de 7.560 millones en fondos de inversión y una tasa de crecimiento financiero del 15 por ciento anual. Éste es el potencial de las finanzas islámicas en el mundo.
Aún están por debajo de las árabes, que acaban de adquirir el 4,9% de la americana Citigroup, pero que operan rigurosamente según los cánones de la Sharia o ley islámica: prohibido exigir elevados tipos de interés o invertir en pornografía, alcohol, tabaco o armas.
Reducirlo todo, sin embargo, al integrismo religioso no sería correcto. Porque las finanzas islámicas han contagiado ya a los bancos occidentales y a sus clientes. Tal y como demuestran las decenas de congresos que se están celebrando sobre todo en Inglaterra y Suiza, sin olvidar las otras plazas financieras como Melbourne (Australia), donde Kuwait Finance House -uno de los cinco bancos islámicos más grandes del mundo- ha iniciado procedimientos para abrir una sede.
Modos diferentes
Las arcas de Mahoma se revelan, pues, como una fuente de crédito cada vez más importante. Dinero que, por un lado, alimenta a las empresas occidentales y, por el otro, contribuye a financiar el desarrollo de las economías emergentes, dado que tanto las primeras como las segundas andan a la caza de liquidez procedente de los países de los petrodólares, que se estima que, en los próximos 20 años, tendrán algo así como unos 13.740 millones de euros para gastar.
Pero son diferentes las modalidades de financiación en ambos casos . "Europa y Estados unidos -explica desde Londres, Darshan Bijur, experto en finanzas islámicas del KMPG- pueden contar con el 80% de todo lo que es recogido por los fondos islámicos emitidos por los bancos de Oriente Medio. Bancos a los que no les gusta invertir en los países en vías de desarrollo, porque no garantizan retornos económicos elevados".
Y es que, aunque las finanzas islámicas no riman en estos días con solidaridad, deben respetar las leyes de Mahoma, que impiden cobrar intereses usureros. Pero eso no significa que no busquen y no encuentren otras fórmulas con las que conseguir beneficios equivalentes.
"En cambio, los países emergentes -añade Bijur- acceden a la rica fuente de la liquidez compatible con la sharia a través de la fórmula de los Sukuk". Es decir, los bonos islámicos, cuya emisión permite financiar la expansión empresarial o la construcción de las infraestructuras de un país.
Sacando provecho
Tal es el caso de la Dubai Ports World, la empresa de los Emiratos que en 2006 adquirió el cuarto operador portuario del mundo, la inglesa P&O. Este año emitió bonos islámicos por 1.025 millones de euros. O el caso de Aldar, que para sostener su propio boom en el sector inmobiliario recogió 1,7 millones de euros en Sukuk.
Entre los que se aprovechan de la liquidez islámica en Occidente hay nombres ilustres como Aston Martin, cuya adquisición por parte de un consorcio dirigido por el piloto inglés David Richards fue financiada con dos fondos islámicos de Kuwait. O como el Land alemán de Sajonia-Anhalt, que emitió un bono islámico de 68 millones de euros.
Pero también hay instituciones financieras que están cada vez más interesadas en entrar en el negocio de la recolección de la liquidez de Mahoma, alentadas por las tasas de crecimiento vertiginosas del ahorro islámico: 78% el aumento de los bonos esperado para finales de 2007, 20% el de los depósitos y 25% el de los fondos variables.
El último banco occidental atraídos por las sirenas de este tipo de finanzas ha sido el Landesbank de Liechtenstein, que acaba de inventarse el primer fondo cotizado compatible con las leyes islámicas. Por su parte, la londinense Standard Chartered creó el primer contrato islámico de permuta de divisas, en colaboración con el banco Muamalat de Malasia.
Pero la primacía del negocio le corresponde, como es lógico, a Oriente Medio. Emiratos Árabes y Bahrein disponen de activos bancarios islámicos por más de 34.100 millones de euros. "De Oriente Medio -ex- plica Bijar de KMPG- procede el 80% de todo el dinero que se invierte según las reglas de Mahoma". El resto, se divide entre Malasia, Indonesia y algunos otros países musulmanes, "excluido el Norte de África, porque se trata de Estados tradicionalmente secularizados, donde o bien no hay bancos interesados en recoger estos fondos o no hay clientes corporativos interesados en utilizarlos en forma de bonos", añade Bijar.