TÚNEZ (Reuters) - Los ciudadanos de Túnez retomaban el martes provisionalmente sus actividades cotidianas mientras a su alrededor grupos de manifestantes insatisfechos con un gobierno lleno de caras conocidas mantenían su campaña por el cambio.
Los cafés comenzaron a reabrir en la avenida Burguiba, en el centro de Túnez, mientras que los camareros ponían sillas en la calle en periodos tranquilos y rápidamente guardaban el mobiliario cuando las protestas se reanudaban.
Muchas tiendas tenían el cierre medio echado, dispuestas a abrir si volvía el orden o cerrar completamente si las protestas se volvían violentas.
Unos pocos cientos de manifestantes demandaban que el Reagrupamiento Constitucional Democrático (RCD), el partido del ex presidente Zine al-Abidine Ben Ali, depuesto la semana pasada en la insurrección popular, siga sus pasos.
"Este régimen es como un cáncer. Si dejas una pequeña parte de él, volverá y se extenderá. El problema en Túnez no es el pan. Es la libertad. Queremos respirar aire libre", dijo Kamal Ghazwan, que participaba en manifestaciones esporádicas.
El lunes se anunció un gobierno interino en el que la mayoría de ministros mantenían posiciones clave como las carteras de Interior y Asuntos Exteriores, pero tres líderes opositores fueron incluidos en puestos menores del gabinete.
El primer ministro, Mohamed Ganuchi, ha ejercido este puesto durante años bajo el mando de Ben Ali. Aunque algunos manifestantes dijeron que no estaba implicado en la corrupción generalizada que llevó a la insurrección, querían un nuevo comienzo con un nuevo equipo.
"Este nuevo Gobierno es una conspiración. Si todos los ministros soberanos continúan bajo el viejo partido entonces no es una revolución, no es un cambio respecto a la antigua corrupción", dijo Thurraya al-Zueimi, una universitaria desempleada en la protesta.
Su amiga, Jawla Bu Ganmi, estuvo de acuerdo en que ha sido imposible para los universitarios encontrar trabajo bajo el gobierno de Ben Ali a menos que tuvieran conexiones políticas o pagaran sobornos.
"Es una conspiración por parte del régimen para persuadir a la gente a que acepte un gobierno que les mantiene al mando", dijo.
ENFADADOS CON LA POLICÍA
Los manifestantes parecían más enfadados con la policía, que lanzó gases lacrimógenos a grupos relativamente pequeños y pacíficos, que con el Ejército, que se ha mantenido en un segundo plano.
Depositaron flores en un tanque aparcado cerca de la torre del reloj de la avenida Burguiba, pero la policía antidisturbios les plantó cara con porras.
"¿Somos el pueblo y nos lanzas gases lacrimógenos a nosotros?", gritó un manifestante a la policía, mientras corría por una calle aledaña.
En las calles y callejuelas laterales junto a la plaza central, la gente se arremolinaba, llorando por el efecto del gas. El personal de una farmacia les daba paquetes de pañuelos de papel gratis.
Más allá de la avenida Burguiba, donde se concentraban las protestas, la vida comenzaba a volver a la normalidad.
Los cafés situados sólo a unas calles de los manifestantes estaban llenos y las tiendas en la ciudad vieja estaban abiertas y repletas de clientes. Los vendedores callejeros se sentaban en la calle, comerciando con cigarrillos, pan y zapatos. Cerca de los edificios gubernamentales, hombres de negocios vestidos de traje iban de un lado a otro con prisas, y maletines en la mano.
"La vida no ha vuelto a la normalidad al 100%, podrías decir que al 70%. Cada día mejora respecto al anterior", dijo Ali al Ajaimi, trabajador de un hotel, que tomaba un café en un puesto en la calle cerca del Plaza Pasteur durante su descanso.
"Deberíamos dar tiempo al gobierno interino (...) No puedes entregar de repente el gobierno a gente sin experiencia".
Muchos tunecinos dijeron que no habían oído hablar de los políticos de la oposición o tenían poco conocimiento de los mismos.
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