
Nadie podría decir que en un lugar tan cosmopolita como la Gran Manzana, el cultivo de alimentos sin apenas alterar el ecosistema natural de la urbe podría convertirse en una realidad. Sin embargo, New York Sun Works, una organización sin ánimo de lucro fundada con sólo 250.000 dólares, ha demostrado que utilizando recursos naturales como el aire, el agua y la luz solar se podría suministrar una extensa variedad de verduras a toda la población de Manhattan.
Esta ecológica iniciativa, que flota en una plataforma anclada en el muelle 84 del río Hudson, tiene como objetivo demostrar que es posible el cultivo de tomates, pimientos, calabacines y otros vegetales evitando la emisión de carbono a la atmósfera, el consumo de reservas acuíferas y, lo más importante, sin contaminar los alrededores con residuos tóxicos.
Ted Caplow, fundador del programa, explica a elEconomista: "Más de la mitad de la población mundial vive en las ciudades, por lo que el transporte de alimentos hasta los centros urbanos suma una ingente cantidad de polución y desperdicios". Además añade que "las plantas de energía convencional también suponen un importante elemento que fomenta el calentamiento global, mientras las granjas comerciales no hacen más que contaminar con los fertilizantes".
Por eso, esta iniciativa cuenta con un sistema de energía eólica, formado por cinco turbinas que recogen alrededor de 2.0 kw a la hora cada una. Sólo son necesarios 60 minutos para alimentar toda la plataforma, que tiene 120 metros cuadrados de extensión.
Esta embarcación también aprovecha la luz solar a través de 12 paneles que llegan a acumular alrededor de 2.45 kw. A estas fuentes de energía hay que añadir un sistema de recogida de agua de lluvia y otro de desalinización, junto a un complejo entramado que permite el uso de biocombustibles.
Diferencias
Entonces, ¿qué diferencias hay entre un tomate cultivado de forma sostenible y otro crecido de manera convencional? "Sobre todo, el sabor", asegura inmediatamente Jennifer Nelkin, directora de cultivos de la organización. "No sólo eso. Las emisiones de CO2 por cada libra de cultivos convencionales son bastante elevadas, mientras los de nuestra huerta no provocan ninguna", añade.
Curiosamente, los tomates de NY Sun Works no se cultivan con tierra, porque el agua que se les suministra ya contiene los minerales necesarios. Además, no emplean pesticidas, mientras que en los cultivos de tomates comprados en un supermercado se habrán depositado al menos 300 gramos de estas sustancias.
De momento, esta organización, que espera obtener el apoyo de los inversores de Wall Street, quiere comenzar a imponer esta forma de cultivos en las azoteas y colegios de Nueva York. Existen más de 500 tejados sin usar a los largo de la ciudad, un codicioso espacio que podría proporcionar cultivos para toda la población de la ciudad y, además, acumular excedentes.
Hasta ahora, seguirán flotando como nómadas por el estuario neoyorquino durante los próximos tres años, tiempo por el que tienen alquilada la plataforma para demostrar que su idea funciona.
Mercados emergentes
Caplow señala que se podrían intentar instaurar este tipo de programas en mercados emergentes. En la actualidad, existen estas iniciativas en Shanghai, La Habana y Dakar, pero la pureza del agua y el suelo no están garantizados. Por eso esta organización, con unos 50 empleados, quiere concienciar a los gobiernos de todo el mundo de la importancia de la sostenibilidad energética para el desarrollo de estos inocuos cultivos.
Unos 150.000 kilos de fertilizantes se utilizan al año en todo el mundo para cultivar alimentos mientras que 5.000 millones de kilos de pesticidas amenazan la salud. El uso masivo de reservas de agua para regar las plantaciones, en lugar de aprovechar otras formas de hidratación, ha provocado la espectacular caída de estas fuentes. Según la ONU, cerca de 1.500 millones de personas viven sin electricidad en nuestro planeta, por lo que esta falta normalmente acaba provocando carencia de agua y condiciones sanitarias. Por lo que el desarrollo de estos programas podría suponer un verdadero empuje al desarrollo de las naciones más pobres del planeta.