Para los rusos a pie de calle, Eugeni Cichvarkin, de 33 años y presidente de Evroset, la mayor cadena rusa de teléfonos móviles y de otros productos digitales, es el enfant terrible de los negocios. Se distingue por su forma excéntrica de vestirse y de comportarse. Si le piden que se
ponga una corbata (para recibir unos premios o para cualquier ceremonia oficial), lo hace, pero se la coloca en
el cinturón.
Escribe cartas personales a sus empleados (para su empresa trabajan más de 34.000 personas), pide a todos que lo llamen Zhenja (diminutivo de Eugeni), participa en reality shows y prefiere los Swatch a todos los demás relojes. “No tengo muchos y me gusta que sean alegres y de colores”, explica.
Para los expertos en economía, Cichvarkin es, además, un genio del business. Su primer negocio lo montó en 1997 y, actualmente, su empresa cuenta con 5.087 tiendas en Rusia y en otras muchas ex repúblicas soviéticas. En 2006, la facturación de Evroset, con 12,2 millones de móviles vendidos (equivalente al 1,23 por ciento del comercio mundial), fue de 300.000 millones de euros, con una subida del 79 por ciento respecto a los resultados del año anterior. “Uno de cada 80 teléfonos móviles vendidos en el mundo lo vendo yo”, se enorgullece Cichvarkin.
Su primera tienda
Hijo de un piloto de avión y de una funcionaria del ministerio soviético de Comercio Exterior, Cichvarkin vivió el hundimiento de la Unión Soviética a los 17 años. El paso a la economía de mercado cambió su vida.
Tras diplomarse en una escuela media de Moscú, el joven Eugeni abrió su propia tienda donde vendía de todo. Desde vaqueros a zapatos, pasando por chocolatinas y relojes. “Le estoy muy agradecido a aquella época que me permitió entender muchas cosas sobre el comercio”, señala Cichvarkin, sin esconder, sin embargo, el haber soñado siempre con estudiar Economía seriamente.
Carácter emprendedor
Como alumno de la escuela estatal de Management, Cichvarkin participó en una serie de proyectos del naciente
capitalismo ruso, mientras el boom de la telefonía móvil, que recorrió el país desde comienzos de la década de los 90, le permitió cumplir el sueño de su vida.
En 1997, junto a Timar Artemjev, un amigo de siempre, abrió su primer negocio de teléfonos móviles. “Lo hicimos por un motivo muy banal: estábamos cansados de vivir con el frigorífico siempre vacío”, recuerda. Y según las estimaciones de la revista Finans, el patrimonio personal del joven empresario sería ahora de 450 millones de euros.
La economía que le enseñaron los profesores de management siguiendo los manuales soviéticos poco tenía que ver con la realidad con la que se toparon en los años 90. “En la academia me enseñaron materias abstractas y, a menudo, inútiles. Entre todos los profesores, sólo tres o cuatro entendían el modelo económico capitalista”, rememora Cichvarkin, quien prefirió como ejemplo a seguir la trayectoria de Wal-Mart y Virgin.
Los cimientos de un imperio
Comenzado con dos pequeñas tiendas, el imperio comercial de Cichvarkin se extendió como una mancha de aceite. Las tiendas de la marca Evroset se encuentran hoy en 1.310 ciudades del país y de otras diez ex repúblicas soviéticas. “Un factor muy importante de nuestro éxito –dice Cichvarkin– está relacionado con el hecho de que, durante mucho tiempo, mis competidores no me tomaron en serio”.
Muchas empresas del sector se arrepintieron amargamente por ello. El año pasado, Evroset consiguió el
control de otras dos importantes cadenas de venta de productos digitales: Tekhmarket y Salones de telecomunicaciones de Rusia. Y, por fin, Cichvarkin ha conseguido también el reconocimiento de la comunidad
empresarial. En 2004, conquistó el prestigioso premio de empresario del año y, en 2005, a su grupo le fueron concedidos otros tres: Brand del año y Empresa del año.
Acusaciones de contrabando
Cuando quedó claro que el genio había salido de la lámpara, sus competidores atacaron a Evroset, difundiendo la falsa noticia de que la empresa estaba implicada en operaciones de contrabando. La policía inspeccionó las tiendas del grupo y secuestró 80 toneladas de teléfonos móviles. “Fue un ataque sin precedentes, en el que estuvieron implicados aduanas, la policía e, incluso, la prensa”, expone Cichvarkin. Como defensa, dirigió un llamamiento al ministro de Economía, Gherman Gref, para que garantizase una investigación objetiva del caso Evroset.
“Demostramos que la empresa respeta todas las reglas, paga todos los impuestos y garantiza la seguridad social a todos nuestros empleados”, se justifica Cichvarkin. Finalmente, Evroset quedó absuelto, mientras las investigaciones de la policía se dirigieron hacia sus competidores y se descubrió que realizaban importaciones sin declarar y trabajaban con dinero negro.
Nuevos proyectos
El público se puso de parte de Cichvarkin, lo que le animó a poner en marcha nuevos proyectos. Ahora, en sus tiendas, se pueden comprar entradas para el teatro o conseguir un crédito al consumo. “Desde hace dos años, el desarrollo del mercado de los teléfonos móviles en Rusia se está ralentizando. Por eso, además de potenciar la venta de pequeños aparatos digitales, como los MP3, intentamos ampliar la lista de los servicios comerciales y financieros”.
Una estrategia ganadora.
En 2006, 700 millones de personas visitaron las tiendas de Evroset. Y para distinguirse de sus competidores, a la entrada de sus tiendas se pueden leer carteles insólitos como “bienvenidos los clientes con perros o con helados”.
A pesar de su éxito, Cichvarkin siente la necesidad de diversificar aún más su negocio. En los próximos
años piensa adquirir un banco, a través del cual Evroset desarrollaría su propia estructura de créditos al consumo, así como el lanzamiento en 2008 de una Oferta Pública Inicial o IPO (en 2004 ya se realizó una emisión de obligaciones, por valor de mil millones de rublos). “Después queremos experimentar con otras ideas en los supermercados”. Cichvarkin no es capaz de estarse quieto.