Cada día circulan 48.200 millones de correos-basura o spam. El email está considerado como la auténtica killer application, motivo por el que la Red ha crecido y por el que las empresas, así como las grandes universidades, invirtieron miles de millones de dólares para hacerla funcional, capilar y estable a lo largo de los años.
En las empresas de la era digital, las informaciones, recogidas por medio de costosos software de gestión y de sistemas de monitorización empresarial, son esparcidas en el polvillo de los emails y enviadas a diario entre empleados, directivos y mánagers. Con el riesgo concreto de mandar, por error, planes y proyectos al buzón electrónico de algún conocido indiscreto o de cualquier competidor.
Por otra parte, los destinatarios de emails se ven sumergidos en un flujo apabullante de mensajes. Un flujo que provoca no pocos problemas. Según las últimas estimaciones, en el mundo hay tres veces más direcciones postales que usuarios de Internet.
Y es que muchos tienen más de una dirección: una privada, otra para el trabajo y otras abiertas hace años y olvidadas. El correo electrónico no le cuesta nada al usuario. La revolución estuvo, precisamente, en el nacimiento de los servicios de email gratuitos, dirigida sobre todo por Hotmail.
La historia del e-mail
Nació el 4 de julio de 1996 por una intuición de dos ex empleados, de la californiana Apple, el hindú Sabeer Bhatia y el americano Jack Smith. Hotmail fue el primer servicio de correo electrónico gratuito que cosechó en pocos meses más de 8 millones de usuarios, llegando a contar con 30 millones en 1999.
Comprada por 400 millones de dólares por Microsoft en 1998, Hotmail fue el equivalente de un pasaporte en la Red. Junto a Netscape o a Internet Explorer, que permitían navegar por la web, Hotmail definía una identidad digital y una dirección a la que enviar los mensajes.
Nuevas pautas de comportamiento
Eran, sin embargo, los tiempos en los que, aunque el mensaje alcanzase el buzón postal en tres décimas de segundo, la respuesta podía llegar dos semanas después, porque el correo se controlaba aproximadamente cada nueve días.
El email se convierte en patrimonio de los empleados de todo el mundo. Con el correo electrónico los sistemas de comunicación interna y hacia otras empresas se simplifica a fondo. Pero la montaña de informaciones que llegan al buzón electrónico roba tiempo y provoca una nueva costumbre, digna de atención por parte del mismísimo Ivan Petrovich Pavlov: el reflejo condicionado del que mira el correo electrónico cada cinco minutos.
El 21 por ciento de los mánagers interrumpe una reunión para responder de inmediato a un email, mientras el 50 por ciento de las personas responde de manera casi instantánea al correo electrónico. Y el 62 por ciento de los que trabajan en una oficina controla el correo incluso fuera del horario laboral.
Se pierden 49 minutos al día en gestionar el propio email y, en una carrera de 40 años, tres años y medio pasan a toda prisa respondiendo a emails, a menudo inútiles. Porque, al menos el 32 por ciento de los mensajes electrónicos a los que se responde en el trabajo son considerados inútiles o, en cualquier caso, innecesarios.
Nacimiento de la @
Hace 30 años, Ray Tomlinson miró al teclado Modelo 33 que tenía ante sí, para resolver un problema. Hoy, Tomlinson, ingeniero de 56 años, quiere hacer algunas precisiones. Por ejemplo, que no fue él el que inventó el correo electrónico y que ni siquiera es mérito suyo la invención del símbolo de la arroba (@).
Lo único que él hizo fue elegirlo un día, mirando el teclado, para cubrir una necesidad: encontrar un símbolo en el teclado que no estuviese presente en ningún nombre de personas. Hoy, es el símbolo universal del email.
Un invento casual
El correo electrónico nació un poco por casualidad a mediados de los años 60, para intercambiar mensajes entre los usuarios de la época de un sistema operativo que ya desapareció. Se llamaba Ctss (Compatible Time-Sharing System).
La potencia de los ordenadores de aquella época era comparable a la de un teléfono móvil actual (y la memoria, a la de una calculadora de bolsillo), pero ocupaban una oficina de varios cientos de metros cuadrados.
En el Mit de Boston, cada uno de estos superordenadores costaba poco menos de tres millones de dólares de entonces y, por lo tanto, era necesario explotarlo al máximo. Al estar, a menudo, los experimentos y las investigaciones conectadas entre sí, y los turnos de trabajo distribuidos a lo largo de las 24 horas, sucedía que el que terminaba por la noche quería dejar un mensaje al que llegaba a mediodía.
Para esto, en el mes de diciembre de 1964, Louis Pouzin, Glenda Schroeder y Pat Crisman, tres jóvenes investigadores del Mit, realizaron uno de los primeros proyectos para crear un sistema de correo, llamado simplemente mail, que permitiese dejar mensajes electrónicos dirigidos a usuarios específicos del mismo ordenador.
El mail comenzó a ser utilizado para intercambiarse notas con un cierto éxito, dado sobre todo que, hasta 1968, Spencer Silver de la 3M no iba a inventar los pequeños tacos de papelitos amarillos, llamados Post-It.
Arpanet: predecesor de Internet
Tomlinson había trabajado en el Mit de Boston y estaba ya familiarizado con el concepto. En 1967, comenzó a trabajar para la pequeña "Bolt Beranek and Newman", su golpe de suerte fue adjudicarse el contrato de la agencia para la investigación del Ministerio de Defensa de los Estados Unidos, es decir el Darpa, que estaba montando Arpanet, una red de superordenadores conectados entre sí de la forma más económica posible, para permitir a los científicos que trabajaban en universidades con menos fondos acceder desde la distancia a los costosos recursos de cálculo electrónico.
En 1971, Tomlinson pensó que añadir un sistema de mensajes de correo electrónico entre estos ordenadores, que se iban a interconectar a través de todo el continente americano, era una excelente idea.
Y Tomlinson eligió la arroba: primero, porque tenía que utilizar un símbolo para separar el nombre del usuario de la dirección electrónica. Y segundo, porque el símbolo @ significan "entre". Nacía así oficialmente el email, una metáfora electrónica del correo convencional. Y en 30 años se convertiría en el más importante de los usos de la Red.