
Se dio cuenta de sus posibilidades cuando se hacía su propia ropa y la gente le preguntaba dónde la había comprado. Luego, en 1976, realizó su presentación en el SEHM de París, con las primeras marcas del mundo, y allí comprobó el reconocimiento que tenían sus creaciones.
¿Cuáles eran sus objetivos cuando en 1974 abrió su primera tienda en Madrid?
Eran muy inmediatos. Quería tener una tienda divertida porque entonces la ropa de hombre era muy aburrida. Y decidí ponerla con lo mismo que yo me hacía para mí. Sin mayores pretensiones. Todo lo demás ha venido aconteciendo y yo me he ido adaptando a lo que iba ocurriendo. Nunca pensé que yo iba a ser un diseñador de moda.
¿Qué queda de aquel espíritu emprendedor inicial?
Sobre todo esa parte de ilusión e inconsciencia que uno tiene cuando comienza un proyecto. Solo que antes me metía en ello y me escalabraba y ahora cuento con unos equipos magníficos que me ayudan y me dicen donde no nos podemos meter.
¿Es difícil hoy hacerse hueco en el panorama internacional?
Siempre ha sido complicado. Y siempre ha sido más complicado mantenerse que llegar. Por eso, mantener el nivel durante veinte o treinta años es algo titánico, sobre todo para una empresa española. En su momento, había unas dificultades y unas ventajas y ahora hay otras. Por ejemplo, hoy día el diseñador puede contar con una preparación académica que nosotros no tuvimos porque no existía y con unas empresas a las que nosotros no tuvimos acceso.
En nuestro país, ¿aún queda margen para innovar en el mundo de la moda?
Siempre hay margen para innovar, reinventarse y transformar. Pero no hay que hacerlo por hacerlo, sino contar con cierto criterio y fundamento.
¿Se convirtió en un verdadero empresario cuando amplió su producción a perfumes, gafas, vajillas y ropa para el hogar?
No creo que vaya a convertirme nunca en empresario. Pero he aprendido que cada día es distinto y que las empresas tienen que ser muy ágiles y adaptables, que hay que estar en constante evolución y crecimiento, y que quien no crece al mismo tiempo que la compañía no puede seguir en ella.
Y ¿transmite también esa experiencia empresarial a las nuevas generaciones de diseñadores?
Yo me siento realmente a gusto trabajando en la rama estética y artística. He tenido que hacerme empresario por pura necesidad, para poder seguir diseñando. Y siempre digo que es importante rodearte de los mejores, ya que cuanto mejor sean los que tienes alrededor más aprenderás de ellos y mejor serás.