César Muñoz Acebes
Washington, 31 may (EFECOM).- Estados Unidos mira con recelo a la OPEP, que ve como un cartel cuyo objetivo es controlar la producción y precios del crudo, y sueña con escapar a su dominio, especialmente en vista a que el barril está en niveles estratosféricos.
Hablar de la "independencia energética" está de moda en Washington. Lo hizo el presidente, George W. Bush, en su discurso sobre el Estado de la Nación a principios de año, en el que denunció que EEUU es "adicto al petróleo" y en el que apostó fuertemente por la energía atómica.
Lo hacen los republicanos que quieren que se explote el petróleo de una reserva natural en Alaska y lo hacen demócratas como la ex primera dama y senadora Hillary Clinton, que usa la expresión para justificar más subsidios al etanol, un combustible destilado del azúcar.
No obstante, parece que los sueños, sueños son. "No hay acciones por detrás de las palabras", dijo a EFE Nadia Martínez, del Instituto de Estudios Políticos, que promueve el uso de fuentes de energía renovables.
Si continúan las tendencias actuales EEUU, que es el mayor consumidor de crudo del mundo, seguirá estando a merced de lo que decidan los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que se reunirán mañana en Caracas para definir su política de producción.
Estados Unidos importó un 60 por ciento del crudo que consumió en el 2005, según el Departamento de Energía, que prevé que en el 2010, ese porcentaje permanezca prácticamente inalterado.
El deseo de independencia energética es en parte económico, pues EEUU se gasta 250.000 millones de dólares al año en importar energía, lo que explica gran parte de un déficit comercial que está en territorio récord.
Pero también tiene motivos políticos, ya que la mayoría del petróleo está en manos de países que no son afines a Washington, como Irán o Venezuela, o que son autoritarios y susceptibles a la inestabilidad política, como Arabia Saudí o Emiratos Arabes Unidos.
"Hay preocupaciones legítimas dado que tanto petróleo está en manos problemáticas", dijo a EFE Ben Lieberman, un experto en energía de la Fundación Heritage, un centro de estudios conservador.
Hasta ahí, casi todos están de acuerdo en Estados Unidos. El problema radica en cómo alcanzar la tan ansiada independencia energética.
Lieberman y otros conservadores dicen que la solución no es combatir la adicción de EEUU al petróleo, sino producir más hidrocarburos en su territorio.
Para ello, quieren que se relajen las normas, incluidas las medioambientales, para poder construir más plataformas y refinerías.
Su vieja reclamación es la apertura a la explotación de crudo y gas natural de la Reserva Nacional de Vida Animal de Alaska, un paraíso ecológico de 7,7 millones de hectáreas, a lo que se oponen con uñas y dientes los grupos de defensa del medioambiente.
La Cámara de Representantes aprobó la semana pasada un proyecto de ley para permitir las operaciones en una pequeña zona costera de la Reserva, pero se prevé que el Senado no les dé vía libre, como ha hecho en numerosas ocasiones en los últimos años.
Otro asunto de moda es la producción de etanol como combustible alternativo, que se destila del maíz o la caña de azúcar.
El que sale del maíz "es incluso más caro que la gasolina", según Lieberman, mientras que el de la caña de azúcar es mucho más barato, especialmente en Brasil, que ha desarrollado la tecnología más avanzada para su producción y uso.
No obstante, EEUU mantiene un arancel de 54 centavos por galón (3,8 litros) a la importación de etanol para proteger a sus agricultores de maíz, por su gran influencia tanto en el partido republicano como en el demócrata.
A pesar de las promesas de Bush, la administración no ha aumentado los subsidios a la investigación y explotación de otras fuentes de energía renovables, según Martínez.
Actualmente esas fuentes dan origen a algo más del 5 por ciento de la energía que se consume en el país y el Departamento de Energía prevé que el suministro crezca un 1,8 por ciento al año hasta 2030.
Al mismo tiempo, el carbón, que es la energía más sucia, aumentará un 1,7 por ciento en el mismo período. EFECOM
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