
Como novedad entre las actividades de esta edición destaca la exposición dedicada a la firma Rolls-Royce, en la que se mostrarán más de 20 coches de la lujosa casa británica en un excelente estado de conservación. La exhibición ofrecerá un recorrido por la historia de la marca, fundada a raíz del encuentro entre Charles Rolls y Henry Royce el 4 de mayo de 1904 en Manchester.
Charles Stewart Rolls era un importante empresario automotriz de comienzos de siglo, encargado de importar hacia Inglaterra automóviles de lujo franceses como los Clémens, Panhard, Mors y Minerva.
En 1902, tiene conocimiento de un pequeño fabricante de automóviles de lujo que se había ganado fama por sus modelos muy bien construidos, que siempre dejaban a sus clientes satisfechos. Se llamaba Frederick Henry Royce.
Rolls toma contacto con él, que le entrega unos cuantos modelos para su análisis. Satisfecho, deja de lado su importadora y se une a Royce para formar una empresa dedicada a la fabricación de coches de lujo.
En 1904, con el anuncio de "el mejor coche del mundo", se crea la Rolls Royce Co. en Manchester, cuyo símbolo era una dama volando sobre el capó, que representa el éxtasis.
La marca empieza a traspasar fronteras
Royce emplearía toda su experiencia mecánica en su construcción y Rolls su logística y contactos para venderlos. El primer modelo, el 30 CV, fue todo un éxito. La nueva marca ya traspasaba las fronteras haciendo honor a su adjetivo.
Con el Silver Ghost, la marca llegó hasta la arena del desierto; a los emires enseguida les engatusó el coche. En 1908, los dos socios fundaron una nueva fábrica en Derby, Reino Unido.
Pero Charles Rolls no pudo seguir con la empresa al morir trágicamente dos años después.
El público puede ver coches de la primera época de la marca, como dos modelos distintos del Silver Ghost (1906-1925), diversas unidades del Phantom, que se creó en 1925 para sustituir al Silver Ghost, o modelos más contemporáneos como el Silver Spur de 1990, con su impresionante tamaño de casi 5,4 metros y su motor V8 de 6,7 litros, entre otros. Y todos pertenecen a un único coleccionista privado.
En total, 22 modelos que prácticamente recorren la vida de una marca, hoy propiedad de BMW y que a pesar de los profundos cambios acaecidos en la industria del automóvil, ha sabido mantenerse fiel a sus principios de independencia y exclusividad.
Motores para aviones
Con el comienzo de la II Guerra Mundial, muchas fábricas inglesas fueron conminadas a construir material bélico y Rolls-Royce se encargó de la construcción de motores para aviones. La calidad de esta maquinaria fue tan buena como la de sus coches y el éxito tal que aún se siguen construyendo bajo la misma marca pero en manos distintas.
Más de un osado ha intentado, sin éxito, romper la barrera del sonido con motores y turbinas de avión de la marca de Manchester. Y hoy son Boeing y Airbus sus principales clientes.
En los años cincuenta, los Rolls- Royce sólo podían ser comprados por los más altos representantes políticos de los países más poderosos, y todo por cuestión de imagen. Y según los entendidos, "el mejor coche del mundo" alcanzó su máxima expresión con el inigualable Silver Cloud.
A continuación llegó la crisis del petróleo, lo que afectó a la fábrica , que poco después se veía obligada a ampliar su mercado al aceptar como compradores a los simples mortales, aunque con un buen fajo de dinero en manos. En 1971, se forma una nueva compañía: Rolls Royce Motor Cars Ltd, lo que supuso la desvinculación con la división de motores para aviones.
Factoría en Crewe
A pesar de que la clase y el lujo característicos de la marca no se perdieron, era obvio que ya no podía mantenerse por sí sola. De tener fábricas tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, Rolls Royce terminó atrincherándose en su factoría en Crewe.
El grupo Vickers, el dueño de la marca a principios de los noventa, no pudo levantar la crisis financiera en la que se hallaba inmersa; en esa década las ventas cayeron en más del 50 por ciento y ya muchos pensaban en su inminente bancarrota.
La mecánica no había variado mucho en los últimos 40 años y por más lujosos que fueran, no podían competir contra los coches más modernos. A Vickers no le quedó otra que vender a la marca para no perderla para siempre.
A manos de Volkswagen
Así, los imperios Volkswagen y BMW fueron los interesados.
Después de varias controversias, Rolls Royce Bentley Motorcars pasó en 1998 a manos de Volkswagen, pero con una cláusula muy beneficiosa para BMW: le daba el derecho de reclamar la firma Rolls-Royce para el 2003. De esta manera ambas empresas quedaban separadas tras 72 años: Bentley para Volkswagen y Rolls- Royce para BMW.
La fábrica de Crewe quedaba solo para la construcción de Bentleys, mientras que a la empresa de "los mejores autos del mundo" le esperaba una moderna planta en Goodwood, al sureste de Inglaterra.
Rolls-Royce ya no corre peligro y, por el contrario, ha vuelto a su época de máximo resplandor como constructor de coches exclusivos, dignos de los personajes más poderosos del mundo.