A. Tomás
Caracas, 30 may (EFECOM).- La historia del petróleo en Venezuela es la realización de un sueño que la ha situado entre los países más ricos de Latinoamérica, pero pese a las grandes ganancias de más de sesenta años, aún vive hoy la pesadilla de su gran déficit social.
Venezuela, quinto exportador mundial de crudo, obtiene del petróleo cerca del 50 por ciento de sus ingresos fiscales y el 80 por ciento de la entrada de divisas, pero cerca del 40 por ciento de sus 25 millones de habitantes no han salido de la pobreza, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).
En 1960, Venezuela, Arabia Saudí, e Irak fundan la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), cuyos once miembros celebran el jueves en Caracas la 141 Conferencia Extraordinaria del cartel, que ya en 2000 reunió en la capital venezolana su segunda Cumbre presidencial.
La destacada pertenencia de Venezuela a la OPEP no impidió sin embargo que en 1976 uno de sus creadores, el venezolano Juan Pablo Pérez Alfonso, llegara a calificar el petróleo de "excremento del diablo", desilusionado por la escasa repercusión de los altos precios del crudo en los países productores durante esa época.
A comienzos del siglo XX, Venezuela era fundamentalmente una sociedad agrícola de las más pobres del continente, pero a partir del hallazgo del petróleo en 1914 y la expropiación petrolera de la década de los treinta (1930), empezó su despegue económico e industrial.
Tras la muerte del dictador Juan Vicente Gómez, el país pasó a ser, a partir de 1935, una república petrolera y abandonó su base económica agrícola por la de productor y exportador de petróleo.
Los ingresos de las exportaciones petroleras permitieron al Estado emprender la construcción de obras públicas, escuelas y hospitales, y florecieron las ciudades, junto un desordenado éxodo rural.
Pero el crecimiento urbano desmedido y falta de empleo dio origen a la marginalidad y a la proliferación de los miserables "ranchos" en los suburbios de las grandes metrópolis, sin mínimas condiciones de habitabilidad.
Ninguno de los sucesivos gobiernos venezolanos desde que el "oro negro" pasó a ser motor de la economía nacional acabó con este fenómeno, ni acometió eficazmente la distribución equilibrada de la riqueza como base del desarrollo sostenible.
Con mayor o menor fortuna lo intentaron, pero sin éxito, a través de postulados nacionalistas, los ejecutivos democráticos posteriores al derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jimenez (1958).
Tampoco sirvió la nacionalización de los hidrocarburos del socialdemócrata Carlos Andres Pérez, en 1976, ni las posteriores aperturas petroleras de 1992 y 1995.
Con la primera, se autorizó la entrada en la industria de capital privado nacional y extranjero, y después, la creación de asociaciones estratégicas entre empresas multinacionales y la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA).
Estos días, el presidente venezolano, Hugo Chávez, recordó la célebre frase del Premio Príncipe de Asturias 1992 de Literatura, Arturo Uslar Pietri -"Hay que sembrar petróleo"-, en referencia al uso de las ganancias del crudo en la diversificación de la economía, y para financiar misiones sociales de su "Revolución Bolivariana".
Según el ministerio de Energía, el aporte total de PDVSA al Estado durante 2005 representó el 32,35 por ciento de los 84 millardos de dólares en ingresos globales, de los que un 5,24 por ciento se destinó a misiones sociales.
En la parte continental de Latinoamérica, Chávez impulsa Petrosur, una gran alianza energética entre Argentina, Brasil y Venezuela, además del gran gasoducto del sur entre los mismos cuatro países, al que también acaba de unirse Bolivia.
Venezuela también vende crudo con facilidades a países caribeños y centroamericanos mediante acuerdos como el Pacto de San José, Petrocaribe, además de otorgar petróleo barato a comunidades pobres de EEUU a través de Citgo, filial de PDVSA en ese país.
Rebajas sobre los precios internacionales y generosas condiciones y plazos de pago que beneficien a los países más pobres son parte de esa política, que los detractores de Chávez, dentro y fuera de Venezuela, califican de "chantaje petrolero" para conseguir apoyos internacionales. EFECOM
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