Jorge A. Bañales
Washington, 25 may (EFECOM).- Kenneth Lay, nacido pobre hace 64 años y que convirtió a Enron en una de las empresas de energía y finanzas más grandes del mundo, puede acabar su vida en prisión por fraudes que arruinaron a millones de personas.
Un jurado declaró hoy en Houston (Texas) a Lay culpable de las seis acusaciones de fraude y conspiración que se le habían imputado, por lo que este padre de cinco hijos y abuelo de doce nietos podría ser condenado a una pena de hasta 45 años de cárcel.
Durante todo el juicio, Lay mantuvo que era inocente y argumentó que fueron los ejecutivos que manejaban las cuentas de Enron los responsables de maniobras y fraudes que él no conocía.
El hombre que ejemplificaba el "sueño estadounidense", el del ascenso de la pobreza a la riqueza, dijo durante su juicio que "en los últimos años yo logré la pesadilla estadounidense".
Nacido en abril de 1942 en la localidad de Tyrone (Misuri), en la familia de un predicador baptista de escasos recursos, Lay se destacó desde la escuela como un estudiante esmerado y ambicioso.
Trabajó tres años para la petrolera Exxon y en 1968, durante la Guerra de Vietnam, se alistó en la Marina.
En 1970 obtuvo su doctorado en Economía de la Universidad de Houston.
Después tuvo empleos en el Pentágono, la Universidad George Washington y la Comisión Federal de Energía, y en 1972 fue designado subsecretario adjunto para Energía en el Departamento del Interior.
Los dos últimos puestos le dieron experiencia en las agencias del Gobierno federal encargadas de regular el sector de la energía.
Desde 1974, Lay empezó a subir el escalafón en la industria privada con puestos en las firmas Florida Gas, Continental Group y Transco Energy.
Para cuando Ronald Reagan llegó a la Casa Blanca y comenzó la desregulación de diferentes industrias, ya Lay era presidente y ejecutivo principal de Houston Natural Gas, y aprovechando el nuevo ambiente fusionó su firma con Inter-North, que tenía sus oficinas en Nebraska.
La nueva firma, creada en 1985, se llamó Enron.
Lay, que ha sido amigo personal del actual presidente de EEUU, George W. Bush, quien le llamaba "Kenny Boy", y fue uno de los mayores contribuyentes a sus campañas electorales, fue siempre un adalid del capitalismo sin restricciones y cabildeó en Washington para que se eliminaran más y más de las regulaciones en su industria.
El ímpetu de Lay y sus asociados llevó a Enron a diversificarse desde el sector petrolero al comercio de gas, el suministro de agua, la distribución de electricidad e internet.
En el ambiente de bonanza y optimismo de finales de la década de 1990, Enron emergió como una de las empresas más atractivas para los inversores y la especulación financiera, y sus acciones se cotizaron a muy buenos precios.
Sin embargo, tal como ha salido a luz en los juicios a Lay y varios de sus asociados principales, la fachada de prosperidad de Enron ocultaba complejas maniobras contables que ocultaron las pérdidas y exageraron las ganancias para seguir atrayendo a más inversores.
En 2001, Lay cedió la conducción de Enron a Jeffrey Skilling, quien había sido el jefe de Servicios de Gas de la firma. Pero en agosto, medio año después de estar en el cargo, Skilling renunció repentinamente y Lay volvió al timón de la firma.
Entre septiembre y octubre, Lay vendió porciones sustanciales de su paquete de acciones de Enron, al mismo tiempo que alentaba a los empleados de la firma y a los inversores a que siguieran comprando, al asegurarles que los precios pronto se recuperarían.
De hecho, entre 1989 y 2001, Lay se deshizo de más de 300 millones de dólares en acciones de Enron.
Cuatro meses más tarde, Enron declaró la mayor bancarrota en la historia de EEUU hasta entonces. EFECOM
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