Empresas y finanzas

Naplusa, de corazón económico palestino a ciudad asfixiada por el cerco

Antonio Pita

Naplusa, 19 mar (EFECOM).- Transportar una mercancía desde la localidad cisjordana de Naplusa hasta la franja de Gaza es tres veces más caro que hacerlo desde el puerto israelí de Haifa hasta China.

Ziyad Anajtawi, presidente de un importante grupo industrial palestino, trata de mostrar con este ejemplo la asfixiante situación que vive el comercio de la capital económica palestina desde que hace siete años estalló la segunda Intifada.

Sede de la única bolsa de valores palestina, Naplusa es el corazón comercial histórico de los territorios palestinos, con una centenaria y potente industria exportadora de jabón.

Ahora, los 180.000 habitantes de esta ciudad ubicada a unos 65 kilómetros de Jerusalén son los únicos de todos los territorios palestinos completamente rodeados por puestos de control militar israelíes y que necesitan una autorización para entrar o salir de la misma.

El Ejército israelí justifica estas medidas en que "la mitad del terrorismo" organizado en Cisjordania desde finales de 2000 "ha salido de Naplusa".

"Israel ha convertido la capital económica palestina en la capital de la pobreza", sentencia el vicepresidente de la Cámara de Comercio e Industria de Naplusa Omar Hashem.

Desde el inicio de la segunda Intifada, tras la visita de Ariel Sharon a la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, su Producto Interior Bruto (PIB) ha caído un 12,8%, mientras que el paro alcanza ya el 39% y un 47% de la población depende de la ayuda humanitaria para subsistir.

El Ministerio palestino de Economía cifra en 1,2 millones de dólares (900.000 euros) las pérdidas económicas diarias originadas por el cerco a esta localidad, donde unas novecientas factorías han echado el cierre en los dos últimos años, según el presidente de la Federación Palestina de Industrias, Basim Joury.

"Siempre hemos sufrido la emigración de jóvenes, de cerebros, etc., ahora también de industrias" a países con menores dificultades logísticas como Marruecos, Jordania o Sudán, lamenta Anajtawi.

Un mero paseo por la ciudad permite observar el gran número de pequeños comercios cerrados, incluso en las zonas más céntricas. Según Anajtawi, las compras domésticas en la ciudad cayeron un 30% entre enero de 2006 y el pasado enero.

Una de las consecuencias del cerco ha sido precisamente la creación de tres grandes mercados en la periferia de Naplusa para sortear las dificultades cotidianas de acceso al otrora lleno de vida mercado central de la ciudad.

El Banco Mundial señalaba el pasado año en un informe que "de no haber habido Segunda Intifada, las exportaciones (palestinas) hubieran crecido a tasas históricas".

"Antes de 2000, exportábamos a Israel, a Estados Unidos, a Europa... ahora eso es un sueño", señala Tareq Ziyad, cuya empresa textil ha pasado de emplear 65 personas a sólo 20.

Una situación similar vive la firma de reciclado de aluminio NAPCO, que empezó con 150 trabajadores y ahora no tiene más de cincuenta, según explica su responsable, Zafev Anabtawi.

"Invertimos cuatro millones de dólares en una planta química para la que, a causa del cerco, no pudimos conseguir los productos químicos", dice con más tristeza que rabia.

A esto se suman los controles militares manuales de material médico esterilizado -que lo inutilizan para la venta- o las peticiones de un sinfín de documentos administrativos innecesarios que encrespan a los empresarios locales.

En la fábrica de jabón Al-Jamal, por ejemplo, han comenzado a importar aceite de oliva de España e Italia ante las dificultades para hacerlo llegar de Israel, con el consiguiente encarecimiento del coste de producción, explica su director, Ahmed Alshaka.

"Nos planteamos cambiar el envoltorio y hacerlo más llamativo, como en Europa, pero aquí la gente no puede permitirse ahora ese shekel de más", explica Alshaka, quien lleva 35 años al frente de esta firma con una historia secular de exportación a Oriente Medio.

Sin embargo, algunas empresas locales se han visto beneficiadas por un cierto "nacionalismo económico" del pueblo palestino en respuesta a la presión israelí.

"Nuestra compañía creció mucho tras la Segunda Intifada porque los habitantes de Naplusa comenzaron a boicotear la producción israelí y a apoyar la local", sentencia orgullosa Nida Malhis, responsable de control de calidad de la empresa de refrescos Azahra. EFECOM

ap/dm/cs

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