
El proceso ha sido duro, pero ahora el camino está más despejado para captar dinero. Se necesitaban novedades y ahí están las preferentes, la renta fija corporativa y el retorno de las ampliaciones de capital. ¿Volverán las ofertas de compra y las salidas a bolsa?
El dinero es temeroso. Seguro que ha escuchado esta expresión alguna vez. En 2009 llegó a serlo mucho más que nunca, pero, como también es avaricioso, ha sabido irse quitando las dudas poco a poco y abriendo la mano para financiar, de distintas maneras, a las empresas cotizadas y a las entidades financieras. Con los bancos atrincherando capital para adaptarse a unos requisitos más exigentes de solvencia y limitando el crédito que otorgan ante el riesgo de incrementar su cartera de impagados en un contexto de crisis económica, las empresas españolas están haciendo un esfuerzo por internacionalizarse. Pero no conquistando otros mercados -es tiempo de consolidar-, sino ampliando su base de bonistas. Es decir, modificando el sujeto acreedor, que ya no es el bancario, sino la nacionalidad de quien financia. Un proceso que va a continuar, ahora que ya es más barato colocar deuda corporativa y que los inversores están más dispuestos a intentar rentabilizar los ahorros de la hucha.
Porque, si por algo se caracterizó el año pasado, ha sido porque mientras que el miedo se iba relajando, las instituciones buscaban dinero bajo las piedras. Hasta los estados tuvieron problemas. Ni siquiera Alemania, que es la mayor economía de la zona euro, fue capaz de vender en su totalidad una emisión de deuda pública en enero. Tuvieron que bajar los tipos de interés a mínimos históricos y calar el mensaje de que éstos se mantendrían a dichos niveles durante un tiempo -Ben Bernanke, presidente de la Fed, no se ha cansado de repetirlo a lo largo de todo 2009- para que, viendo que se ataban en corto las pérdidas por depreciación de activos de la banca gracias a un cambio contable, los inversores sacaran el dinero de debajo de la almohada. Y, entonces, ha habido dinero. Dinero más exigente, pero dinero.
Cada entidad ha recurrido a sus propias fortalezas para conseguirlo. Y ha habido quienes se han atrevido desde el principio. Porque, los pesos pesados de la bolsa española, Telefónica, BBVA o Iberdrola, emitían bonos a comienzos de año más caros que ahora, los bancos y cajas de ahorro ponían de moda el producto de inversión estrella de 2009: las participaciones preferentes. Si bien los primeros que las colocaron fueron los grandes del sector -BBVA lo había hecho a finales de 2008-, con La Caixa, Caja Madrid o Santander, las cajas más pequeñas también se lanzaron a comercializarlas a lo largo del segundo y tercer trimestre. Paralelamente, las cotizadas comenzaban a dar otro paso adelante: colocar bonos convertibles en acciones. Abengoa lo inauguró con una emisión de 200 millones de euros en junio y, rápidamente, los bancos tomaron el testigo, aunque transformando el producto. Banco Sabadell puso la primera piedra en el segundo trimestre con su emisión de bonos obligatoriamente convertibles. Le siguieron Popular y BBVA.
Después, en el cuarto trimestre, los inversores institucionales adquirían bonos convertibles de FCC. Era un buen síntoma porque se trataba de una empresa de infraestructuras y ¡española!; dos estigmas en la crisis. Abengoa volvía a dar otro paso adelante al poner a prueba el miedo del mercado: colocar bonos sin contar con rating. Se produjo en noviembre. Y en diciembre OHL cubrió una ampliación de capital de 200 millones de euros. Y lo hizo sin que su cotización se resienta.
El último escalón hacia la bolsa
Y, si hay dinero, eso significa que 2010 cuenta con visos de ser más interesante, al menos en salidas a bolsa. Ha habido tres colocaciones: la de Santander Brasil (los inversores españoles no pueden acceder), y las de Pocoyó e Imaginarium en el MAB. Algo que anticipa que si el ciclo no se interrumpe, habrá debuts en el parqué y, tal vez, financiación para operaciones corporativas. En el extranjero ya se han hecho algunas.