Empresas y finanzas

Coca-Cola, el secreto mejor guardado

En la jerga se le llama la Mercancía 7X. Es el ingrediente fundamental y secretísimo de la secular fórmula de la Coca-Cola, celosamente conservada en una caja fuerte, aunque algunos juran y perjuran que se trata de una simple mezcla de aceites aromáticos.

La fórmula que, desde siempre, dio a la bebida ese gusto único que la ayudó a saciar la sed primero de América y, después, de todo el mundo.

Más aún, es la fórmula que la transformó en el propio símbolo del país y de sus mejores ideales de democracia, libertad y del American Way of Life (el estilo de vida americano). La bebida de todos y siempre al alcance de la mano. Desde el sur deprimido y rehén de su derrota en la guerra civil hasta los hijos del boom económico. Desde las filas de los parados de la Gran Depresión a los ejércitos aliados de la Segunda Guerra Mundial.

La fórmula mágica

Hasta aquí la leyenda. La verdad es que la fórmula de la Coca-Cola cambió al menos una decena de veces, sin que lo supiesen los consumidores y desmintiendo el mito de su inmutabilidad. La realidad, sin embargo, no cambia y sigue siendo la de una bebida que hunde sus raíces en Atlanta, en los días difíciles de su reconstrucción tras las matanzas del conflicto entre el Norte y el Sur.

Es la realidad de una bebida que de poción benéfica, hija de la caótica explosión de los primeros fármacos patentados, que invade progresivamente todo el país gracias a una espectacular estrategia de promoción y de márketing.

Un sirope oscuro

La saga industrial-cultural de Coca-Cola es capaz de generar amor y odio hacia el modelo americano en dosis iguales. Era el año 1886 cuando el carismático e imponente coronel y farmacéutico John 'Doc' Pemberton, armado de ollas y alambiques, destiló un sirope oscuro que iba a ser con diferencia su elixir de mayor éxito.

La idea de partida, como sucedía a menudo en aquella época, es que poseía casi extraordinarios poderes curativos, gracias a la combinación de cocaína -cuyos portentos acababan de ser descubiertos en Europa- y de las semillas de la planta de kola, que contenía abundante cafeína. Lo bastante para mejorar el humor y quizás las migrañas, así como para aliviar la sed de la población meridional de EEUU, torturada por largos veranos calurosos, que aconsejan el café. De hecho, la Coca-Cola original tenía cuatro veces más cafeína que la actual.

Su innovadora imagen

En su primer anuncio del 29 de mayo de 1886 en el Atlanta Journal, Pemberton describía el producto como "delicioso, refrescante, reconstituyente, con las maravillosas propiedades de la planta de la coca y de las famosas semillas de la kola". Y, junto a la bebida, nace la innovadora imagen de la empresa. El autor del logo fue el menos conocido socio de Pemberton, Frank Mason Robinson, publicitario y contable, tímido y menudo. A él se debe el nombre de Coca-Cola y su característica grafía en cursiva.

Sin embargo, el matrimonio de la Coca-Cola con el país se debe a los empresarios que cogieron las riendas del negocio de manos de sus creadores. El primero fue Asa Candler, empresario "farmacéutico" que relevó a Pemberton, víctima del dinero fácil, al frente de la empresa y contrató como empleado a Robinson. Candler comenzó a fabricar el sirope, que entonces era vendido directamente a los locales para ser mezclado con agua gasificada y distribuido a granel. Y con él llegan los primeros cambios de la fórmula original: como los efectos de la cocaína eran cada vez más cuestionados, redujo la presencia de los derivados de las hojas de coca.

Una nueva explosión de popularidad tiene lugar con la conquista de Coca-Cola por parte de la familia de los financieros Woodruff en 1919. Fue Robert Woodruff, cuya obsesiva laboriosidad pasó a los anales de la empresa, el pionero de los desembarcos internacionales, con las primeras fábricas en Europa.

Bajo su gestión maduran, además, las campañas publicitarias modernas, que van a idealizar a la empresa. La Gran Depresión la supera con un aumento de ventas, gracias a su optimista eslogan (la pausa que refresca). Éste y otros eslóganes fueron capaces de identificar a la Coca-Cola con las luchas y las pasiones cotidianas de los americanos. Desde entonces y en una secuencia repetida, el secreto de la Coca-Cola ya no era lo que contenía, sino aquello a lo que estaba asociada. Fiel a los preceptos de Woodruff, Coca-Cola se estaba convirtiendo en la más americana de las cosas americanas.

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