
GLAXOSMITHKLINE
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No hay mal que por bien no venga. Para Andrew Witty, el joven consejero delegado del gigante farmacéutico inglés GlaxoSmithKline (GSK), la llegada de la gripe A significa una importante oportunidad para recuperar las grandes cantidades invertidas en la investigación de vacunas. Pero debe tener cuidado con parecer satisfecho, porque estaría feo.
"Sí", asiente, y frunce el ceño. "Es cierto que operamos en un espacio muy inusual. Nadie en el mundo descubre fármacos y vacunas, salvo las empresas privadas (no lo hacen ni los gobiernos ni las universidades), pero siempre se produce cierto malestar por el rendimiento financiero".
Glaxo, la tercera compañía farmacéutica del mundo por volumen de ingresos, anunció unos buenos resultados durante el segundo trimestre del año, mientras, por otro lado, se defendía de las acusaciones de haber especulado con sus pronósticos sobre las ventas de la vacuna contra la gripe A.
Pero, ¿habrá tiempo para analizar correctamente los efectos secundarios si ésta se lanza en septiembre? "Estará lista", dice, aunque los ensayos clínicos serán continuos. El calendario es cosa de los gobiernos y los organismos reguladores. "No podemos comentar nada sobre el inicio del programa de vacunación".
¿Y si no funciona? Significaría algo más que un perjuicio a la reputación de Glaxo, pero Witty permanece impertérrito. Sentado en mangas de camisa en su despacho de la planta baja de la sede central del grupo, al oeste de Londres, desprende un afable sentido común. Con sólo 44 años, ha supuesto un cambio de estilo respecto al jefe anterior de GSK, Jean-Pierre Garnier, un terco gorila galo que dirigió el negocio desde Filadelfia y recibió un sinfín de críticas por su salario astronómico.
Witty, por el contrario, se ha propuesto bajar a Glaxo de las nubes. Aboga por la venta de fármacos a países pobres por una cuarta parte de su precio y promete suministrar la vacuna de la gripe A gratis a la Organización Mundial de la Salud. Ha trasladado los despachos de la alta dirección del último piso a la planta baja de la sede del grupo, para que los jefes puedan alternar con el resto del personal. Y anuncia que, a partir de ahora, Glaxo hará negocios con más transparencia. Un nuevo enfoque para la compañía.
Pero el mundo también cambia. Gigantes como GSK -28.300 millones de euros en ingresos, 70.850 millones de euros de valor bursátil- ven cómo sus fármacos más vendidos sucumben al asalto de competidores genéricos, más baratos, mientras que los proyectos de investigación no están produciendo los bombazos del pasado. Los grandes compradores, como la NHS (servicio nacional de salud británico) prefieren regatear. El sector ha respondido consolidándose pero las mega-fusiones de los últimos años parecen haber contribuido poco al aumento de la creatividad.
Todo eso hace que la estrategia de Witty venga más al caso, pues su objetivo pasa por ampliar el negocio más allá de los fármacos súper ventas, aumentar la inversión en el poco glamuroso campo de las vacunas y moverse más rápido en el mundo del desarrollo.
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