El barón David de Rothschild, de 66 años, nacido en Nueva York pero criado en Francia, es el hombre que ha reunificado -tras las tensiones entre la rama francesa y la inglesa- las diversas almas de una de las más blasonadas e históricas familias del crédito. Rothschild es aún un banco de negocios que no cotiza en bolsa, no concede financiación y no está activo en el mercado de capitales.
Su negocio sigue siendo el tradicional: ante todo, el asesoramiento a sociedades y gobiernos.
Más del 60% de los gerentes internacionales, según una investigación de The Economist, cree que el funcionamiento del capitalismo va a cambiar. ¿Qué piensa usted?
Es difícil creer que después de una crisis de esta gravedad no habrá cambios. Quien actúe ahora en el mundo capitalista va a estar más pendiente de evaluar los riesgos. Se prestará más atención al nivel de endeudamiento que una iniciativa de inversión puede soportar. Y esto tendrá un impacto sobre el crecimiento económico, el cual, sin embargo, será más sano y más estable a largo plazo, lo que reduce los comportamientos especulativos.
La especulación es un componente del mercado, ¿no existe el riesgo de que todo vuelva a ser igual o casi igual que antes?
No lo creo. Durante los periodos de crisis más recientes, y en particular durante aquellos que han sido causados por el estallido de burbujas especulativas, la memoria de la gente ha sido corta y se han vuelto a cometer los mismos errores. Pero pienso que en esta ocasión la lección será mucho más duradera.
Con vistas al próximo G-8 en Italia, los gobiernos están preparando los nuevos estándares globales. ¿Está de acuerdo en que sean los gobiernos quienes escriban las reglas?
Algunas reglas deberán ser cambiadas. Pero no estoy seguro de que estas nuevas reglas tengan que ser responsabilidad exclusiva de los gobiernos. Éstos tendrán que trazar el marco dentro del cual los reguladores, los bancos centrales -si hablamos de instituciones financieras-, y la propia industria habrán de trabajar para que tengamos leyes que funcionen mejor.
Dentro de unos años, la historia emitirá un juicio sobre el comportamiento de los bancos centrales y de los gobiernos en la crisis. ¿Qué opinión se ha formado usted?
Cuando la crisis se manifestó con toda su gravedad, existían dos riesgos: el colapso de algunos grandes bancos y la transformación de la recesión en deflación. Me parece que ahora ya se puede decir que ambos riesgos han sido evitados. Los bancos, en general, han sido salvados. La recesión es severa, pero iremos saliendo de ella lentamente.
Debemos reconocer que los gobiernos y las autoridades han puesto en marcha todos los mecanismos posibles y han tenido éxito en una empresa que no era fácil. Sin duda, se han cometido algunos errores.
¿Por ejemplo?
No se debería haber dejado que Lehman Brothers quebrara. La ausencia de un plan de rescate fue decisiva para empeorar una situación que ya era difícil.
Los planes de rescate han metido a los gobiernos en el capital de los bancos. Entre el Estado y el mercado, ¿se está imponiendo el primero?
Los gobiernos no han entrado en el capital de los bancos o de ciertas empresas como consecuencia de una decisión política, como ocurrió en Francia con las nacionalizaciones decididas por Mitterrand. Esta vez se han visto obligados a nacionalizar. Creo que, en cuanto puedan, los Estados saldrán de los bancos. Por desgracia, la ingente utilización de capital por los Estados puede acarrear otras consecuencias negativas.
¿Cuáles?
Los recursos no son infinitos y los Estados no pueden endeudarse por encima de ciertos niveles. La consecuencia es que tendremos un repunte económico más lento y más largo de lo que ha ocurrido en otras ocasiones. A medio y largo plazo, el precio que pagaremos por haber evitado la ruina de tantos bancos y de tantas industrias será menos crecimiento y menos prosperidad.
Se dice que nada volverá a ser como antes para los bancos. Para Rothschild, ¿nacen nuevas oportunidades?
Nunca se construye el éxito propio sobre el fracaso ajeno. Nuestra fuerza depende de la seguridad de tener un accionista de control, representado por mi familia, que lo es desde hace más de 200 años, y del hecho de poder contar con una red de managers capaces y cohesionados. Estos dos factores siempre son importantes, pero se vuelven determinantes en una crisis.
¿Su modelo de negocio va a seguir basándose esencialmente en el asesoramiento?
Siempre ha sido nuestra actividad principal, y así lo seguirá siendo en el futuro. Además de la banca privada y del merchant banking que ahora pensamos desarrollar.
¿De qué modo?
Este verano lanzaremos un fondo de merchant banking que tendrá una dotación inicial de 500 millones de euros. Será suscrito por la familia Rothschild, por los otros 900 profesionales que trabajan con nosotros a nivel internacional y por nuestros clientes más cercanos. No será un fondo de capital riesgo, sino de puro merchant banking. No adquiriremos compañías, sino pequeñas participaciones en sociedades en las que creemos. Somos de la opinión de que los precios actuales pueden representar una oportunidad histórica.
Los mercados se están estabilizando. ¿Veremos reactivarse el mercado de fusiones y adquisiciones?
En 2009 no prevemos que haya muchas grandes transacciones, si bien en la estela de lo que está haciendo Fiat, por ejemplo, podría haber sorpresas. Pero, en general, las fusiones y adquisiciones afectarán esencialmente a pequeñas y medianas compañías. Como tendencia, también en los próximos años los niveles de apalancamiento descenderán y, como consecuencia, las operaciones se volverán más difíciles de realizar.