
Para hablar del cristal de lujo hay que dirigirse a Bohemia, región de la República Checa que da su denominación de origen a las más finas y delicadas piezas.
Por una vez, el sonido del brindis debe exigir que nos fijemos en la copa, artífice de ese chispeante y alegre sonido. Los hosteleros y restauradores de prestigio nunca lo pasan por alto. Su cristalería la seleccionan con mucho esmero, pues es una declaración de intenciones del nivel de calidad del servicio. Cuando se decanta el vino en el restaurante Drolma, del hotel Majestic de Barcelona, se hace en las finas piezas de Baccarat, y estar sentado en una de las mesas de El Chaflán, en el hotel Palacio de Miraflores de la sierra de Madrid, conlleva tocar con los labios la delicadeza del cristal de Riedel.
Su historia
Su historia de perfeccionamiento técnico se inició allá por el siglo XIII y se expande al resto del mundo con la eclosión del art nouveau y el art déco, ya en el XIX. Es ahí donde nace la firma Riedel, aunque actualmente tenga su sede en Kufstein, Austria. Desde hace 300 años se estudia en sus talleres la sensual simbiosis entre la forma de la copa y su influencia sobre el bouquet, el sabor, el equilibrio y la sensación que el vino deja en la boca, sea tinto, dulce o espumoso. Así, toda copa que aspire a relucir en una mesa debe adaptarse a su contenido y potenciar sus aromas.
Y como en todo aquello relacionado con la alta artesanía, los franceses se han revelado como alumnos aventajados. Casas como Daum, Lalique, Baccarat y Christofle han sentado las bases de la aplicación de los conceptos artísticos al cristal contemporáneo, constituyéndose sus trabajos en auténticas obras de joyería, un concepto que también cabe aplicar a la cristalería anglosajona. En el Reino Unido, firmas como Asprey crean piezas atemporales como la cristalería Swirl con adorno de platino, mientras que William Yeoward, que toma su inspiración de piezas de los siglos XVIII y XIX, ha conquistado el mercado español con una red de minoristas muy selecta y distinguida.
Manhattan, considerada el gran centro comercial del mundo, también reluce con el brillo de copas y vasos. En las cinco manzanas de Madison Avenue que componen el distrito del Cristal, entre la 58 y la 63, se pueden encontrar las más selectas propuestas de firmas internacionales y norteamericanas, como Steuben, en el 667 de la avenida, que fue fundada por Frederick Carter en 1903 y es el paradigma del cristal americano. No obstante, merece la pena salirse de la zona y llegar a la Quinta Avenida con la 57, donde se encuentran las delicatessens más cinematográficas de la historia. Tiffany's incorpora a su cristal el espíritu sencillo y elegante que caracteriza a la firma en todos los ámbitos.
La opulencia de Versace
La moda, claro está, no es una excepción y dentro de las firmas que dedican parte de su esfuerzo a crear ambientes de autor para los hogares y hoteles, se encuentran fantásticas cristalerías de opulencia barroca como la de Versace, que incorpora la cabeza de la Gorgona, insignia de la casa, en el pie de las copas; o los diseños de la casa francesa Hermès, que en 1989 compró la veterana firma Saint Louis, lo que no sólo sirvió para revitalizar un clásico de la cristalería sino para que aquella adquiriera el know-how preciso para desarrollar sus propias colecciones.