
Presenta el concurso 'El Aprendiz', en el que ofrece un empleo en su empresa, Amstrad.
Poseedor de un imperio de la electrónica valorado en más de 1.000 millones de euros, Sir Alan Sugar puede presumir de tener el dedo índice más famoso de la televisión británica. A sus 59 años, protagoniza la versión inglesa de El Aprendiz, el programa de la BBC que causa furor entre los hombres de negocios en el Reino Unido, con audiencias que superan los dos millones de telespectadores.
El espacio consiste en una larga entrevista de trabajo en la que un grupo de aspirantes seleccionados entre varios miles compiten por un puesto en Amstrad, la empresa de Sugar. Al final de cada episodio, el empresario arma su brazo y apunta con su dedo a uno de los concursantes: "Estás despedido", gruñe entre dientes.
Una semana tras otra, los candidatos, jóvenes ambiciosos con grandes aspiraciones, se baten el cobre en pruebas ideadas para medir su capacidad de cintura y sus grados de testosterona. Deben negociar precios, vender flores, arte, comercializar juguetes, organizar campañas de publicidad... Cada prueba es un mundo. Por su parte, Sugar, sentado en un enorme sillón de cuero, imprime su huella a cada capítulo. En una versión londinense de El padrino, les dice: "Yo soy el único bocazas en mi empresa. No me gustan los mentirosos, los pelotas, no soporto las sandeces y nunca, nunca, me subestiméis".
Hijo de un humilde sastre, a los 17 años abandonó el colegio y montó su primera empresa vendiendo vegetales. A finales de la década de los ochenta se hizo con un cuarto del mercado europeo de ordenadores personales. Sin embargo, ese dominio decayó porque no quiso hacer marca: "Lo nuestro es apilar alto y vender barato, hacer asequible la tecnología al hombre con pocos medios", afirma Sugar. Ahora, fabrica receptores de televisión por satélite.
A pesar de desplazarse en un Bentley, el magnate hace gala de mantener sus orígenes y de ser un hombre de la calle. No le gustan las comidas de negocios, que considera hipócritas. Sus respuestas a los correos electrónicos son simples: "Sí", "No", "Es una mierda". Presume de su sentido común y odia los anuncios en los que no aparece el producto: "Yo he escrito mucho sobre publicidad... he firmado muchos cheques", explica. Sobre todo valora la lealtad y la familia. Lleva 30 años casados con su mujer, Anne, con la que ha tenido tres hijos.
Respecto a los concursantes, se queda con aquellos en los que se ve reflejado. "Serías un gran hombre para Cartier, pero no para mí", le dijo a un candidato. Lo que busca Sugar por encima de todo son negociadores agresivos, que fuercen la venta, que consigan la firma del contrato. Según sus directivos más allegados, puede abroncar a alguien severamente por un error, pero se le olvida rápido, no es rencoroso. Y a pesar de la frase que le ha hecho famoso -"Estás despedido"-, lo cierto es que ha echado a muy pocos empleados.
Pese a su estilo tan corrosivo, Sir Alan ha llegado incluso a ser investido doctor honoris causa por la Universidad de Brunel, en Londres. Su trayectoria es un recordatorio de que no hace falta pagar una fortuna por la educación para llegar lejos, tan sólo hablar claro; aunque su estilo no sea nada dulce.