Empresas y finanzas

El descenso a los infiernos del banco británico más solido

Eric Daniels perdió la compostura sólo por un momento, cuando menos era de esperar. El lunes pasado, durante una conferencia informal en un desayuno organizado por una ONG judía, el consejero delegado americano de Lloyds Banking Group se esforzaba visiblemente por contener las lágrimas mientras hablaba con su particular voz cansina y grave. Daniels, famoso por su carácter tranquilo, casi budista, se encontraba sometido a enormes presiones, en medio de una lucha desesperada para impedir que el Gobierno asumiera el control de su banco.

Si fracasaba, tanto él como su presidente, el grande de la City, Sir Victor Blank, serían recordados para siempre como los hombres que estamparon Lloyds, el orgullo de la banca británica, contra la pared.

Excusándose por no poder comentar nada sobre la batalla con el Tesoro, Daniels habló, en su lugar, de su carrera. Resulta que, en un empleo anterior, trabajó para el banco estadounidense Citigroup en América Latina y contrató a un oriundo del lugar, de nombre Cristóbal, que había prosperado bajo su tutelaje. Se le empañaban los ojos mientras recordaba a su protegido panameño y enjugó una lágrima, aunque cualquier lágrima que haya derramado el pasado fin de semana no será el resultado del recuerdo melancólico del éxito, sino, más probablemente, del fracaso absoluto.

El principio del fin

El viernes, él y Blank perdieron la batalla. Tras días de duras negociaciones, el Gobierno se hizo con la mayoría de la propiedad de Lloyds a cambio de asegurarlo contra unas futuras pérdidas de 260.000 millones de libras por préstamos tóxicos. En octubre, Blank y Daniels habían contemplado la posibilidad de hacerse con el control de HBOS, que se encontraba al borde del colapso. Gordon Brown ejerció de comadrona en el parto, prometiendo que las leyes antimonopolio no se aplicarían para que la fusión pudiera seguir adelante. Estaba a punto de nacer un nuevo titán bancario.

Pero en las cuentas de HBOS se escondía una bomba de relojería: un montón de malos préstamos y activos tóxicos, que acabaron empujando a Lloyds a los brazos del Gobierno este pasado fin de semana, después de anunciar pérdidas de HBOS de más de 10.000 millones de libras. Más del 80 por ciento de los activos asegurados por los contribuyentes procedían del sector de HBOS del grupo bancario. A cambio de la garantía, el Gobierno se cobró una comisión de 15.600 millones de dólares y, sobre todo, aumentó su participación en el banco hasta el 65 por ciento de las acciones con voto, que podrían llegar al 77 por ciento.

Los accionistas, indignados

Muchos accionistas de Lloyds, indignados, exigen la dimisión de Daniels y Blank. "La gente compró acciones de Lloyds, porque se consideraba una compañía segura y de peso, y nadie pensó que fuera a tomar ninguna medida arriesgada", asegura Roger Lawson, de la Asociación de Accionistas del Reino Unido que representa los intereses de los pequeños inversores.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Y cuánto está arriesgando el Gobierno con nuestro dinero? Sir Victor Blank es uno de los empresarios favoritos del laborismo. Criado por su padre, un sastre de origen ucraniano, cuando su madre falleció de cáncer, Blank fue prometedor desde muy temprana edad y a los 26 años se convirtió en el socio más joven del bufete de la City, ahora conocido como Clifford Chance.

Pronto adquirió prominencia pública y se convirtió en asiduo de los encuentros del Partido Laborista, desde su posición de presidente de Trinity Mirror, propietaria del Daily Mirror, y los estrechos vínculos prosiguieron cuando asumió la presidencia de Lloyds TSB, en 2006.

Durante los años de auge, con Blank y Daniels, Lloyds evitó los peores excesos de la banca de inversiones y demás actividades especulativas, en detrimento del precio de sus acciones, puesto que los inversores perseguían los altos beneficios que ofrecían sus competidores. Pero la crisis de los créditos basura dio la vuelta a la tortilla y, mientras que los rivales daban tumbos hacia el colapso, Lloyds navegaba sereno, aunque le esperaba una trampa a la vuelta de la esquina. Desde hacía tiempo, Blank alimentaba la idea de que Lloyds se hiciera con HBOS para crear un gigante de la banca británica, cuando, en septiembre del año pasado, HBOS iba derechito al desastre tras su agresiva expansión en préstamos corporativos e inmobiliarios.

Lloyds en la ruina

Y el presidente de Lloyds vio su oportunidad. Sabedor de que el Gobierno necesitaría desestimar las leyes antimonopolio para poder proceder con la fusión, Blank puso a funcionar sus conexiones laboristas y acorraló a Brown en un convite en Spencer House, en Saint James, el centro de Londres. Buscaron un rincón tranquilo para hablar sin ser oídos, y Brown le aseguró que, por supuesto, aparcaría las leyes antimonopolio. Se salvó HBOS, cuyo colapso temía el Gobierno, pero, sin saberlo Blank, Daniels ni Brown, Lloyds se quedó en la ruina. Sus acciones valen ahora menos de una décima parte de su valor hace un año, con un descenso de 483 peniques, a casi 42 peniques.

Aunque Blank y Daniels deben asumir la mayor parte de la culpa, el papel de Brown no puede subestimarse, puesto que, sin su compromiso de pasar por alto las leyes antimonopolio, la operación no habría salido adelante. "Brown fue el artífice de la operación", asegura un accionista de Lloyds. "Es una verdadera vergüenza que el banco más conservador y sólido del Reino Unido se haya venido abajo por el intento (del Gobierno) de salvar el sistema bancario".

Sir Michael Fallon, presidente conservador del subcomité del Tesoro en el Congreso, describe la reunión entre Brown y Blank como "el cóctel más caro de la historia" y añade que "Brown nunca debería haber incitado a Victor Blank ofreciéndose a no aplicar la ley antimonopolio. La ley está ahí por una buena razón". Pero las críticas no llegan únicamente de los escaños conservadores. Ian Gibson, diputado laborista de Norwich North, ha dicho que "Gordon debería haber tenido más cuidado. Puede que todavía no hayamos llegado al fondo de esta crisis".

Daniels, que fue asaltado con preguntas sobre su situación fiscal, se mostró inmutable. "Confío plenamente en que esto resultará ser una adquisición excelente", ha dicho. "Nos adentramos en un periodo muy incierto con una capitalización sumamente buena. Será un banco con un futuro espléndido". El problema es que, si se equivoca, será el contribuyente quien acabe pagando el pato.

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