Galicia ha sufrido el pasado año una dura oleada de incendios. Y han sido varias las causas. En primer lugar la gran mayoría de los incendios se prenden intencionalmente. Esto es gravísimo y hay que controlarlo, no podemos caer en penalizar al propietario porque no somos capaces de evitar que le peguen fuego a sus terrenos. Si esto ocurre cuando se dan unas condiciones climatológicas excepcionales, los resultados pueden ser trágicos, arde todo. Pero otro factor fundamental, que no ocurre sólo de vez en cuando, sino que es estructural, es el abandono del monte. El fuego toma fuerza en zonas desordenadas de matorral y una vez alcanzado su máximo potencial es muy difícil pararlo. Esto es lo que demuestran los datos históricos en Galicia: anualmente el 70% de la superficie que arde es desarbolada (por supuesto no todo lo desarbolado está abandonado, ni al contrario, pero es muy raro tener monte arbolado sin haber gestionado el territorio). Coincide también con las conclusiones de los informes realizados por la comisión técnica de Portugal: sin gestión, el riesgo de propagación de los incendios es mucho mayor. Pero mantener el monte limpio y en buen estado cuesta dinero, y lo que se abandona arde antes o después. Por eso es fundamental asegurar la gestión, dar sostenibilidad económica a nuestros montes.
Los datos desmienten las informaciones que hacen demagogia con las desgracias ajenas. Ante la pérdida de vidas humanas deberíamos ser más rigurosos o simplemente analizar los datos objetivos: Solo un 7% de la superficie quemada cada año en Galicia es de eucalipto, una especie que ocupa cerca del 17% de la misma Comunidad. No se puede demonizar una especie, pues ha ardido de todo, incluso castaños centenarios en los Ancares. Los incendios son recurrentes en las zonas abandonadas de matorral sin gestionar. El eucalipto recibe muchas críticas de una parte de la sociedad que cada vez conoce menos el monte, y que piensa que todo en Galicia eran robles, y todos preferimos pasear bajo un bosque autóctono de robles, aunque no dé un euro al que lo plantó y lo gestiona, que en una plantación de eucaliptos, que ofrece ingresos a su propietario. Pero la historia forestal reciente demuestra que no es así. Hace 200 años, Galicia apenas tenía bosques. Había poco más del 10% de la superficie arbolada actual. Hace apenas 70 años, a mediados del S. XX, cerca de un 35%. Desde el primer Inventario Forestal Nacional, en 1973, a la vez que ha crecido el eucalipto, que la gente planta porque es rentable y compensa, la superficie de frondosas autóctonas en Galicia se ha multiplicado por 1,5. Y aún hay un 30% de superficie forestal desarbolada. A la vez que ha aumentado la superficie de eucalipto, ha aumentado también la superficie de frondosas autóctonas.
El papel que juega el eucalipto en la economía gallega es fundamental. Es el que sostiene un altísimo porcentaje de la cadena de valor, empezando por el propietario que tiene el eucalipto como única alternativa en donde no hay ninguna otra y siguiendo por los rematantes y empresas de servicios que no sobrevivirían ni siquiera para atender a otras alternativas que pudiéramos crear en el futuro. Es un elemento fundamental para ayudar a salvar el rural. Cientos de millones de euros se distribuyen entre miles de propietarios, rematantes, camioneros y pequeños negocios ubicados en el territorio ayudan a mantener una economía rural muy debilitada. Muchos de los terrenos que hoy vemos plantados de eucalipto estarían abandonados si no hubiera existido la alternativa de plantar eucalipto, gracias a lo cual muchos propietarios forestales han podido pagar los estudios de sus hijos, o han podido construir el baño de su casa, comprar un coche o celebrar una boda.
Para el Cluster da Madeira e o Deseño de Galicia, el sector necesita un Plan Forestal serio, necesitamos seguridad jurídica para desarrollar nuestros proyectos, aprovechar el ahorro gallego y los fondos verdes que quieren invertir en el monte. Es importante tener una visión conjunta que potencie nuestras oportunidades y fortalezas. Galicia merece un plan que sea capaz de aprovechar el óptimo posicionamiento que tiene cara a la Bioeconomía, que, tirando de la madera y otros materiales renovables, limpios y reciclables, pueden hacer nuestra vida y nuestra sociedad mucho más verdes y sostenibles. Europa va a presentar un déficit de 300 millones de metros cúbicos de madera al año a partir del 2030, 40 veces lo que produce Galicia actualmente. Por eso no nos podemos conformar con una revisión somera del mismo, queremos, necesitamos un Plan muy sólido, y enfocado a unos fines claros. El borrador que está sobre la mesa tiene una pega esencial al establecer repartos del territorio apriorísticos y con criterios indeterminados, basándose en un inventario de hace más de 10 años y carece de un análisis sólido de la oportunidad que representa la Bioeconomía. Se compara con un plan urbanístico pero el rural no tiene nada que ver con lo urbano. Cualquier solar rústico que se considerará urbano o urbanizable supone un beneficio enorme incluso aunque le limiten a un promotor las alturas al máximo. Incluso el terreno de uso público se expropia por un justiprecio. El rural no tiene nada que ver con lo urbano. Hay muchos montes que tienen su rentabilidad muy ajustada y si se limitan las alternativas, entran en pérdidas y se abandona.
El borrador del Plan Forestal, tal como está concebido, encaja más en el concepto de economía planificada, puede quedarse en repartir miseria y abandono y a éste le siguen los grandes incendios y la muerte del rural. Si se limitan las opciones del propietario forestal para generar otros valores sociales o medioambientales, que sin duda son necesarios, hay que conseguir que el propietario siga manteniendo el monte limpio y bien gestionado para producir esos valores. Pero si no obtiene ingresos para ellos, lo abandonará de forma inexorable, salvo que sea un rico filántropo. Por tanto, esas limitaciones que establezca el gobierno en este sentido, en la medida que rompan la sostenibilidad económica, deben llevar aparejadas compensaciones que garanticen que se sigue gestionando.
Nosotros creemos que debe tener un enfoque similar al plan estratégico de una empresa social. El monte aporta madera y servicios a la sociedad, ambientales paisajísticos... pero como ocurre con cualquier ONG, su plan estratégico debe asegurar su sostenibilidad ambiental y social, pero también la económica.
Defendemos la biodiversidad, es necesaria no solo para el medioambiente sino para la economía, no podemos poner todos los huevos en el mismo cesto, pero el monte tiene que ser sostenible. El monte gallego es privado y nadie va a invertir ni cuidar el monte que nos gusta a costa de socializar los beneficios y privatizar los costes. El Plan Forestal si no contempla la sostenibilidad, solo va a profundizar en la crisis del rural. El sector forestal puede ayudar de forma potente en Galicia a generar valor y riqueza, pero también es muy positivo para el medioambiente, directamente en la gestión, a través de la certificación, y de forma clave sustituyendo productos de materiales basados en hidrocarburos, no renovables y que están suponiendo graves problemas medioambientales como es el plástico, el acero y el cemento. Es un sector que puede y debe movilizar mucha inversión e ilusión de los cientos de miles de gallegos que son propietarios forestales.
José Manuel Iglesias, presidente del Cluster da Madeira e o Deseño de Galicia