
Al conmemorar 100 años de empresas españolas, creo que es obligado rendir homenaje a todos aquellos empresarios y empresarias que han contribuido a que el periodo 1917-2017 haya acabado siendo, pese a los graves problemas acaecidos, probablemente el más brillante de toda la Historia de España.
Se mida como se mida, el siglo transcurrido ha visto el avance de un país libre y democrático que ha multiplicado exponencialmente su nivel de renta, ha reducido sus diferencias sociales y ha conseguido abrirse al mundo en medio de una dura competencia y formando parte por pleno derecho del proyecto político común más selecto y ambicioso, como es la Unión Europea.
No todas las naciones pueden decir lo mismo. En este siglo hemos visto a países otrora prósperos hundirse en el subdesarrollo, y a otros libres y avanzados sumergirse en el atraso económico o en la pobreza endémica.
En 1917, los peligros e incertidumbres que acechaban a las empresas y a la sociedad en general, eran innumerables y hundían sus raíces en la ausencia de una sólida cultura democrática, traducida en querellas sociales, políticas y religiosas que nos llevaron a vivir el periodo más aciago de nuestra historia contemporánea, la guerra civil. Todo ello, continuado por un largo periodo de dictadura, que supuso un freno considerable no solo al desarrollo socioeconómico y político de nuestro país, sino a nuestra proyección exterior.
Sin embargo, las empresas supieron hacer frente a este complejo panorama afrontando con seriedad y profesionalidad los riesgos que el mismo implicaba. El balance que podemos ofrecer es que existe una relación causa-efecto directa entre la labor y el tesón de las empresas para promover el cambio en nuestro país y asegurar el éxito de su etapa más brillante, la iniciada en 1977 con el restablecimiento de la democracia y la fundación de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), que este año cumple 40 años. Un éxito que ha sido posible gracias a la responsabilidad de todos pero, sin duda, al clima de entendimiento que estableció el reinado de Juan Carlos I y al marco constitucional que le dio protección jurídica y consagró la libertad de empresa en una economía de mercado.
Cuando se hace balance del largo camino recorrido por las empresas en estos 100 años encontramos desde grandes éxitos y equivocaciones, pasando por su contribución a la concertación y diálogo social, que había sido casi eliminada y había lastrado buena parte de la historia contemporánea de España. En este sentido, la aportación que CEOE ha realizado, mediante la apuesta firme y continúa por el diálogo con los diferentes Gobiernos y organizaciones sindicales, han hecho posible la reforma y modernización de nuestro marco laboral.
Asimismo, estas mismas empresas y organizaciones empresariales han sido capaces de adaptarse y proponer, día a día y año tras año, las soluciones que consideraban más eficaces para mejorar su actividad, abriéndose al exterior y asumiendo el riesgo que siempre supone ser más competitivas.
Si atendemos al desarrollo económico, el resultado de estos 100 años es una obra colectiva, de miles y miles de empresas que en estos años han hecho posible el progreso de España.
En justa medida, desde CEOE, defendemos el valor que aporta la empresa a la sociedad, su imagen positiva y, por supuesto, la consideración social del empresario. La sociedad ha de ser consciente de que poner en valor la actividad empresarial significa respaldar la función creadora de riqueza y generadora de empleos que todo empresario realiza.
No obstante, es mucho lo que queda por hacer. Nuestras empresas han superado numerosos problemas, pero que aún quedan muchos otros pendientes. Es el espíritu de mejora continua el que guía a las empresas y, por tanto, nunca se puede considerar definitivamente ganada ninguna batalla. Iniciativa, esfuerzo, perseverancia y trabajo en equipo son algunas de nuestras mejores enseñas.
Es cierto que hoy los problemas son otros, muchos de ellos derivados de haber convertido a España y a nuestra economía en un país totalmente desarrollado. Por ejemplo, cómo afrontamos el fenómeno de la inmigración, o cómo abordamos los retos que generan el envejecimiento de la población, o cómo somos eficaces en la tutela de nuestras inversiones en el exterior, o en qué medida el Brexit repercutirá en nuestras empresas; o, finalmente, cómo aseguramos la adaptación de nuestras empresas a la digitalización, que será la clave de nuestra competitividad futura.
Estos y otros muchos desafíos son los que afronta la empresa española y, en especial, las jóvenes generaciones de empresarias y empresarios que tienen la trascendental misión de continuar e incrementar los éxitos logrados. A todos ellos seguiremos apoyando lo mejor que podamos para contribuir a un éxito, que no es ni ha de ser concebido como individual sino colectivo.