A Luís Tosar, ser testigo del trabajo y el esfuerzo de sus padres le ha hecho valorar lo complicado que es cualquier oficio y lo duro que es salir adelante en cualquier ámbito profesional, independientemente del talento que cada uno posea. De ellos aprendió, sobre todo, que no importa quién seas y de dónde vengas, que todo el mundo merece una oportunidad y que, si se sabe aprovechar las ocasiones, por pequeñas que sean, se pueden conseguir cosas maravillosas en esta vida.
Luís Tosar nació en Lugo. Sus padres proceden del campo. Desde que eran muy pequeños, tuvieron que trabajar para contribuir a la economía familiar y quizá por ello, tanto a la hermana de Luís como a él mismo, les inculcaron el valor del trabajo y el esfuerzo como principal postura ante la vida. Para ellos fue muy difícil salir adelante en un momento en el que el país cambiaba a marchas forzadas y las expectativas laborales eran muy inciertas. Ser testigo del trabajo y el esfuerzo de sus padres, le ha hecho valorar lo complicado que es cualquier oficio y lo duro que es salir adelante en cualquier ámbito profesional, independientemente del talento que cada uno posea.
De ellos aprendió sobre todo que no importa quién seas y de dónde vengas, que todo el mundo merece una oportunidad y que, si se sabe aprovechar las ocasiones, por pequeñas que sean, uno puede conseguir cosas maravillosas en esta vida.
Luís tuvo suerte de no tener que enfrentarse a unos padres incomprensivos cuando comenzó a interesarse por todo lo que tenía que ver con el mundo del espectáculo. En sus juegos infantiles siempre estaba muy presente la fantasía y la aventura. Casi nunca usaba juegos de mesa o los videojuegos de la época ya que prefería confeccionar historias de aventuras en lugares exóticos con sus muñecos y consigo mismo que, tarde o temprano, pasaba a ser el protagonista de la historia. Quizá es por ello que la autosugestión, tan importante en el trabajo de un actor, ha estado tan presente y en tan buena forma en su vida. Esta forma de jugar desembocó de forma natural en su afición por el teatro.
Cuando terminó el instituto ya tenía claro que quería dedicarse profesionalmente a la interpretación. Pasó algún tiempo en un grupo local de teatro amateur, pero él quería algo más y sabía que en Lugo no lo iba a encontrar. Había empezado a hacer cortos en vídeo con un par de compañeros y decidieron que un buen lugar para ir a probar suerte era Santiago de Compostela. Era el centro neurálgico del teatro gallego y del poco cine y televisión que se hacía en ese momento.
Como tenía un buen expediente académico pudo disfrutar de una beca y la estancia en una residencia de estudiantes a cambio de matricularse en alguna facultad. La elegida fue Geografía e Historia. Sus padres no hubiesen podido asumir económicamente sus estudios fuera de Lugo, así que el hecho de que estuviese becado fue muy propicio en ese momento. De todas formas, no visitó la facultad mucho. Hizo todo los cursos de teatro que pudo.
Pero su sueño se rompió. Se quedó sin beca y sin trabajo y tuvo que volver a Lugo. Comenzó a trabajar de camarero con la intención de ahorrar lo suficiente para emprender la carrera de nuevo. Aquellos meses fueron muy duros, sobre todo cuando lo visitaba algún compañero actor. Afortunadamente siempre tuvo claro cuál era su apuesta y logró reunir el dinero suficiente para volver a Santiago y dedicar unos meses a la búsqueda intensiva de trabajo como actor.
Volvió a Santiago y allí comenzó un nuevo calvario ya que su forma de interpretación no tenía mucho que ver con los cánones que marcaban los popes del teatro gallego de la época. Pero, como es luchador por naturaleza, siguió en sus trece montando pequeños shows con sus amigos hasta que un día llegó su primera oferta como actor en una compañía profesional. A partir de ahí pasaron a llamarle con asiduidad y pasó a ser uno de los actores de moda del teatro gallego.
Abandonó la compañía en la que estaba y comenzó a probar suerte en algún que otro casting en Madrid. Tuvo que regresar a empleos que no tenían nada que ver con su sueño algunas veces en televisión colaborando en programas de variedades, series, incluso como animador de público en un espacio de humor. Este estado de estrés se prolongó durante bastante tiempo y, aunque no lo notase, algo muy intenso se estaba desencuadrando lo que desembocó, finalmente, en una parálisis facial.
Pero en ocasiones la suerte, y no sólo la mala, está de tu lado y poco tiempo después llegaron dos oportunidades de la mano de dos personas que han tenido
mucho que ver en su éxito profesional: Icíar Bollaín y Antón Reixa. La primera le llamó para hacer una prueba para su película ?Flores de Otro Mundo?, aconsejada por otro de sus mentores, Manuel Martín Cuenca, y allí comenzaron una serie de colaboraciones que se han prolongado hasta el día de hoy. El segundo, Antón, lo hizo para protagonizar una serie para la TVG (Mareas Vivas) que supuso una revolución en el audiovisual gallego y un éxito que encumbró a toda una generación de actores. A partir de ahí ya llegaron las primeras nominaciones a los Goya, la popularidad y las ofertas de trabajo que hacen que la vida de un actor sea mucho más sencilla. Luego vinieron trabajos en películas como "Los Lunes al Sol", "Te Doy Mis Ojos", "La Flaqueza del Bolchevique", que le han reportado muchas alegrías y un gran reconocimiento; y otras muchas que, aunque no tuvieron tanta suerte, las guarda con más cariño si cabe.