
Desde un accidente natural hasta una avería del equipo, pasando por el cumplimiento de la Ley de Protección de Datos y la actuación desleal de los empleados. Son muchos los riesgos a los que se expone una empresa con el desarrollo de su actividad, pero ¿realmente están preparadas para hacer frente a todo tipo de imprevistos?
"Emprender un negocio implica un esfuerzo para el empresario, que debe basarse en la prudencia y en la buena gestión. Hay en juego una inversión económica y un riesgo inevitable", cuenta Cristina Satrústegui, directora de desarrollo de negocio de la consultora Willis Towers Watson. Sin embargo, el 17% de las pymes españolas sólo contrata la cobertura básica o la que exige la ley, según datos del estudio ADN del emprendedor 2016, realizado por la aseguradora Hiscox.
En este sentido, el mayor problema de las pequeñas compañías es la propia concepción del riesgo. Así, tal y como cuenta Nerea de la Fuente, directora de riesgos profesionales de Hiscox, "el principal error es infravalorar la necesidad de seguro y pensar que eso nunca va a suceder en el negocio". Así, "se deben contratar seguros que cubran suficientemente la actividad específica que se desarrolla, tanto en el importe como por los riesgos asociados a la actividad", asegura Pablo Serrano, socio de abogados y asesores fiscales de Auren.
En línea con lo anterior, el sector al que va dirigido el negocio es fundamental, puesto que cada uno "exige un análisis del tipo de seguros que serían necesarios contratar", asegura Satrústegui. Así, con carácter general y salvo industrias o actividades específicas, "el único seguro obligatorio es el de accidentes que establezca un convenio colectivo", tal y como expresa Serrano.
Cada convenio colectivo puede establecer la obligación de contratar un seguro para cubrir las consecuencias de un accidente laboral. Así, "las coberturas e indemnizaciones a pagar las establecen los propios convenios y el coste depende tanto del número de trabajadores incluidos en la póliza como de los propios capitales y, como siempre en materia de seguros, de la propia actividad y del riesgo inherente a ella", cuenta Serrano. Por otro lado, dentro de los obligatorios, y sin abandonar la distinción por sectores, "existen determinadas actividades que exigen la suscripción de seguros obligatorios específicos de responsabilidad civil como abogados, auditores, arquitectos, ingenierías o transportes, entre otros, los cuales cubren todas las posibles reclamaciones por la vía civil que puedan concurrir en el desarrollo del negocio", asegura Serrano.
Sin embargo, de forma general "cualquier actividad o empresa asume unos riesgos que se pueden transferir a un tercero para que el impacto en el negocio y la viabilidad de la empresa sea mínimo", tal y como cuenta De la Fuente, directora de riesgos profesionales de la aseguradora Hiscox. Así, la directora de desarrollo de negocio de Willis Towers Watson pone el ejemplo de la Ley de Protección de Datos: "Casi nadie piensa que se puede infringir -sin quererlo-, y la correspondiente sanción de la Agencia suele ser muy elevada".
Auge de ciberataques
Siguiendo los datos del ADN del emprendedor, uno de los principales riesgos no asegurados es no tener en cuenta el riesgo de impago de clientes (42%).
Seguidamente, se sitúan el imprevisto mundial, el daño de reputación, la demanda por parte de clientes y los ciberataques. De hecho, tal y como cuentan desde Hiscox, también es secesario un seguro de ciberriesgos, puesto que "un pirata informático puede bloquear un negocio desde cualquier parte del mundo". Unas desventajas que se engloban dentro de la actual transformación digital que está viviendo el actual ecosistema empresarial.