
La 21 Conferencia de las Partes (COP21) celebrada en París en diciembre de 2015 puso de manifiesto la necesidad de luchar contra la que la comunidad científica considera la mayor amenaza de nuestro planeta: el cambio climático. Más noticias en la revista gratuita elEconomista Gestión y Desarrollo Exterior
El reflejo más claro de este fenoméno es el aumento de la temperatura media mundial -0,85 grados centígrados superior a la de finales del siglo XIX, según datos de la Comisión Europea-, aunque a estos impactos medioambientales se le suman progresivamente los económicos y sociales, derivados, por ejemplo, de episodios meteorológicos extremos. De este modo, contribuir en la lucha contra el cambio climático ya no es algo opcional para ciudadanos o empresas, y tampoco una forma de mejorar la imagen de marca o de convencer a los inversores responsables.
En este contexto, reducir la emisión de los Gases de Efecto Invernadero (GEI) es algo fundamental. Estos compuestos, cuya producción dispara la actividad humana, son la principal causa del efecto invernadero, culpable del aumento de la temperatura, tal y como se desprende del Protocolo de Kioto de 1997.
Carrera contrarreloj
En esta carrera a contrarreloj, y pese a que los líderes mundiales ya expresasen su compromiso -que aún tiene que reflejarse en acciones concretas-, la empresa privada tiene un papel fundamental. Así, y aunque muchas grandes llevan ya tiempo trabajando en aspectos de responsabilidad medioambiental, es el momento de que las pymes -hasta ahora centradas en sobrevivir a la crisis- apuesten también por contribuir a mejorar el planeta.
Una de las formas de plasmar este pacto con el clima es mediante la huella de carbono, una ecoetiqueta que describe el cálculo de las emisiones de GEI, por efecto directo o indirecto, provenientes del desarrollo de la actividad de una organización, lo que permite conocer su contribución al cambio climático. Del mismo modo, se puede calcular la huella de un producto, servicio, transporte, edificio o evento.
En este sentido, la Oficina Española de Cambio Climático (OECC), dependiente del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (Magrama), publicó una guía dirigida a pymes sin conocimientos previos sobre el tema. El texto recoge información sobre las fuentes de emisión de GEI de alcance 1, que son directas e incluye las fugas; y alcance 2, las indirectas, asociadas a la generación y consumo de electricidad; aunque excluye las de alcance 3, que representan otras indirectas, como los viajes de trabajo con medios externos.
Cómo calcularlo
Tal y como se resume en este documento, el cálculo de la huella de carbono se deriva de multiplicar el dato de actividad, que define el nivel de la actividad generadora de GEI, por el factor de emisión, o cantidad de gases emitidos por cada unidad de dato de actividad. Como resultado, se obtiene una cantidad de CO2 equivalente, que es una unidad universal de medida que indica el potencial de calentamiento global por unidad de carbono.
Pero, antes de proceder a este cálculo, la OECC recomienda tener en cuenta una serie de aspectos como qué áreas de la organización se incluirán en el informe o el periodo que se va a tener en cuenta.
En este sentido, uno de los organismos acreditados por Naciones Unidas como entidad operacional designada -dentro del mecanismo de desarrollo limpio del Protocolo de Kioto- es Aenor, que valida y certifica proyectos de reducción de emisiones de GEI, entre los que se encuentra la huella de carbono. De este modo, Aenor pone a disposición de sus clientes tres tipos de huella, a las que denomina "marcas Aenor medio ambiente de emisiones de CO2 equivalentes": calculadas, compensadas y reducidas. En la primera, sólo se calcula la huella de carbono; en la segunda, además, es necesario que las toneladas de CO2 resultantes se rebajan con reducciones verificadas de emisiones; y en la tercera, la organización tiene que demostrar que ha reducido un mínimo del 3% respecto al año anterior "adquiriendo derechos de emisión o realizando actividades que supongan fijación de CO2", explica José Magro, gerente de medio ambiente de Aenor.
Ventajas para las empresas
"Hoy, no se considera competitiva a una empresa si no respeta el medio ambiente y la sostenibilidad", cuenta Magro, quien explica que la certificación de la huella de carbono ayuda a las organizaciones a demostrar su compromiso con la mitigación de GEI y a incrementar su transparencia. "En el caso de una organización, adicionalmente, mejora la credibilidad en el reporte a terceros y permite gestionar los riesgos de emisiones", añade, y subraya que "para un producto, abre mercados internacionales y redunda en las decisiones de su consumo y en una mejor valoración en sus operaciones de comercialización".
Asimismo, desde Aenor constatan cómo las pequeñas empresas se suman cada vez más a esta tendencia. "La pyme está viendo en la certificación un sólido apoyo para mitigar las emisiones de GEI, lo que además le ayuda a abrir nuevos mercados. Desde Aenor hemos concedido 39 certificados a bodegas de vino, siendo muchas pymes", destaca Magro, quien concluye que "la integración de la gestión ambiental en las organizaciones está marcada, en buena parte, por un marco regulatorio más exigente. Pero también por la demanda social y de los grupos de interés".