Emprendedores-Pymes

Pymes centenarias que perduran gracias a productos de calidad y una buena atención

  • El éxito reside en seguir ofreciendo el mismo servicio de siempre
Vista frontal de la mercería Pontejos, en Madrid.

En España, la población de empresas activas se caracteriza por un gran dinamismo, pues sólo un 15% existía hace 20 o más años, según el Directorio de Empresas del Instituto Nacional de Estadística (INE). La crisis económica, la implantación de grandes superficies comerciales y la caída del consumo en España han sido las principales causas que han provocado que muchos comercios acaben colgando el cartel de cerrado para siempre.

A pesar de ello, hay negocios que han conseguido sobrevivir y hacerlo con buena salud. Forman parte del selecto grupo de pymes centenarias y se reparten por toda la geografía española. Han subsistido a varias crisis económicas, a los vaivenes de una política inestable, a los cambios de moda y a la aparición de Internet; pero, sobre todo, han resistido al paso de un tiempo que unas veces se convierte en olvido y otras veces en eternidad.

Así, la mercería Pontejos (1913), la relojería El Cronómetro (1901), la tienda de magia El Rey de la Magia (1881) o la confitería Madarro (1891), tienen las claves de este éxito centenario.

Tradición familiar

Muchas de estas pymes son comercios de barrio de toda la vida, por lo que su continuidad depende de que las generaciones venideras sigan con el negocio. Un ejemplo de ello es la famosa mercería Pontejos de Madrid, protagonista indirecta de la saga de libros de Manolito Gafotas. "Los que trabajamos en la tienda lo hacemos por vocación y por ilusión", explica María Rueda, quien dirige la empresa junto con su hermano Antonio. Ambos forman parte de la cuarta generación de Pontejos, que abrió por primera vez sus puertas en 1913. No obstante, la empresa cuenta con 35 empleados, y no todos ellos pertenecen a la familia.

De sexta generación es Álvaro Sanchís, que junto a su padre Enrique Sanchís, dirigen la famosa relojería sevillana El Cronómetro. "Después de haber sobrevivido tres guerras, la familia Sanchís puede decir orgullosa que ha instaurado la cultura relojera en nuestra ciudad", asegura Álvaro Sanchís. No obstante, no siempre son los familiares los que continúan la tradición. Tanto El Rey de la Magia como la Confitería Madarro han mantenido los valores de empresas que, en su opinión, eran importantes para el sector, especialmente en el de la magia.

El éxito de estas compañías reside en muchos casos en seguir ofreciendo el mismo servicio de siempre. "Se elabora todo de forma artesanal, el secreto está en la calidad de los productos y en que se sigue teniendo ese trato cercano con el cliente", comenta José Ramón Rodríguez, propietario actual de la confitería Madarro, famosa en Lugo por su membrillo. De hecho, en su día se convirtió en proveedor de la Casa Real por orden de Alfonso XIII, a fecha 1 de abril de 1904.

Adaptación a la tecnología

Lejos de quedarse ancladas en el pasado, la mayoría de estas pymes se ha abierto al plano digital: todas tienen página web. "No hemos roto con las tradiciones, mantenemos el mobiliario y la estética, pero hemos introducido un programa informático", explica la cuarta generación de Pontejos, que se enorgullece de tener presencia en redes sociales y tienda online.

La misma importancia le dan a Internet que a la formación de los trabajadores. "Los empleados de la marca realizan continuamente cursos formativos de reciclaje, en los que aprenden técnicas nuevas que les hacen estar mejor preparados para atender el negocio", explica desde El Cronómetro. De hecho, los propietarios de la relojería sevillana y de la mercería madrileña siguen viajando a otros países en busca de innovaciones.

Al final, la adaptación es vital. "Estamos acostumbrados a la austeridad. Muchas veces se trata de ir adecuándonos sin perder la esencia de la tienda", comenta Rosa María Lloyop, propietaria del negocio de magia, que aún mantiene la estética del comercio originario del siglo XIX.

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