¿A qué sabe un grillo tostado? ¿Y un gusano rebozado? "Son carnosos y crujientes, con sabor a bacon asado", asegura Neil Whippey, un emprendedor británico que ha apostado por el negocio de la entomofagia, es decir, el consumo humano de bichos.
Cada vez son más los empresarios europeos que se embarcan en negocios vinculados a la comida de insectos, como por ejemplo criadores de insectos o distribuidores. Un sector que, según estimaciones de la consultora New Nutrition Business, moverá unos 65 millones de euros en 2020.
"La gente debe tomar en serio este alimento, que es sabroso, nutritivo y sostenible", asegura Whippey, que junto a su socio Shami Radia lanzó en 2014 Grub, un negocio de venta de insectos comestibles en Reino Unido, y que se centra en el sabor más que en la novedad.
Hasta ahora Grub se nutre de insectos importados, pero ya está construyendo su propia granja, que tendrá un potencial de producción de 300 kilos de grillos.
Alimento sostenible
Otra de las ventajas que señala de la comida de insectos es que se trata de un alimento sostenible. "El planeta está al límite de la sostenibilidad en términos de producción de alimentos", advierte Adam Routledge, fundador de una granja de insectos comestibles. Incluso la ONU instó a los gobiernos en 2013 a considerar los insectos como una forma de alimentación de la creciente población mundial.
"En 2050 el mundo estará habitado por 9.000 millones de personas, tenemos que encontrar nuevas formas de alimentación", asegura el informe de la ONU, que considera los insector como una fuente de alimentación con "un enorme potencial":
La ventaja en este sentido es que los bichos no necesitan tanto espacio como otros animales, no consumen tanta comida, emiten menos gases de efecto invernadero y, en definitiva, son un alimento mucho más eficiente. Un kilo de insector tiene 12 veces más proteina comestible que la carne.
Aceptación
Los paladares occidentales han sido tradicionalmente muy escrupulosos con los crujidos de los exoesqueletos de los insectos, o con la comida de larvas, pero se pueden ir adaptando. Un estudio de 2014 refleja que una quinta parte de los consumidores de carne están dispuestos a adoptar los insectos como alimentos, sobre todo en el caso de los hombres.
"El principal obstáculo a superar es el aspecto visual. Una vez que se prueba, si está bien preparado, el debate es cómo de buena está la carne", explica Whippey.
Una de las formas para superar ese choque es mediante polvos y barritas. Este es el camino que han seguido las start-ups de Estados Unidos, con mayor tradición. Exo, de Brooklyn, o Chapul, de Salt Lake City, crean barritas de proteina de grillos tostados molidos, frutos secos, dátiles, chocolate y otros ingredientes, logrando en ambos casos atraer grandes inversiones.
Opciones de negocio
"Es difícil de predecir, pero si los insectos comestibles se hacen con una parte del mercado mundial de la carne, daría lugar a una industria enorme", asegura Craig Shapiro, inversor de Collaborative Fund, que participó en Exo.
El reto en Reino Unido es lograr un suministro constante y asequible de insectos comestibles, pues la producción a gran escala hasta ahora está destinada a producir alimentos para aves y reptiles. "Producimos hasta tres toneladas de larvas de harina a la semana, 1,2 millones de grillos y 150.000 langostas", explica Dean Jackson, gerente de Live Foods. "Pero no están siendo criadas en las condiciones requeridas para el consumo humano", advierte. La demanda no es suficiente para dar el paso, aunque Jackson está abierto a la idea.