Elecciones Andalucía 2015

Debacle del PP andaluz: Moreno Bonilla y la soledad de la derrota

Los medios buscan a Moreno Bonilla tras la derrota. Imagen: Reuters

EN DIRECTO | Todas las reacciones minuto a minuto. En la victoria lo merecemos, pero en la derrota lo necesitamos. Cuentan las crónicas que esa frase fue pronunciada por el mismísimo Napoleón Bonaparte, posiblemente contrariado ante la sensación de abandono que sintió tras un inesperado varapalo castrense.

A buen seguro, en las últimas horas y salvando las distancias, algún aforismo parecido se le habrá pasado por la cabeza a Juan Manuel Moreno Bonilla, candidato del PP al parlamento andaluz y rostro legitimador de un desastre manifiesto con incluso más implicaciones para los populares que las que se le suponen a unas elecciones autonómicas ganadas por el PSOE con mayoría simple en una tierra en la que la socialdemocracia es dogma de fe.

En la soledad de la derrota, quizás cautivo y tal vez desarmado, sin más compañía que la de su equipo de campaña y con los generales populares a muchos kilómetros de allí, a salvo de la quema en sus cuarteles de invierno, Bonilla solo fue capaz de apelar, sin mucho convencimiento, a la "parálisis" que provoca la ausencia de mayoría absoluta de Susana Díaz. Un joven mando, el director del comité de campaña del partido Pablo Casado, fue puesto detrás de un atril con improvisados galones tejidos para la ocasión. Era un resultado que no esperaban, aunque el bipartidismo no se resiente. Poco más que añadir.

Candidato de perfil bajo que olía a derrota asumible, Bonilla se ha comido el marrón andaluz con el babero recién estrenado. Casi medio millón de bofetadas y 17 punzadas en el estómago, cada uno de los votos y diputados perdidos, para conformar un escrutinio demoledor que ha puesto cifras, barrita y color azul al peor resultado electoral en la historia del Partido Popular andaluz coincidiendo con sus bodas de plata.

Un cuarto de siglo en el que nunca se había sentido tanto la victoria del PSOE, no por esperada, sino por dolorosa. Y más teniendo en cuenta que, tres años atrás, Javier Arenas ganaba unos comicios que finalmente sellaron la histórica pinza PSOE-IU. Un peso pesado popular que tampoco se ha puesto aún a disposición de los micrófonos a pesar de ser el gran avalista de Bonilla, en contra del criterio de la dueña del aparato de Génova, María Dolores de Cospedal.

Pero el dedo de Rajoy marcó el camino y ahora habrá que lamer alguna que otra herida. 35 diputados era la barrera del desastre. Bonilla se quedó en 33. La derrota, una vez más, solo tiene un padre, y además es putativo.

Razones del hundimiento

Susana Díaz y la estrategia del órdago inesperado han ejecutado la sentencia, pero quizás los culpables haya que buscarlos por otras latitudes. Chaves, Griñán, los Eres, las disputas internas... ningún escándalo ha conseguido que los socialistas andaluces no echaran su papeleta en el saco.

Díaz apenas ha perdido 100.000 votantes y ha conseguido que las cosas sigan exactamente en el mismo punto que las dejo José Antonio Griñán, ese casimputado que por poco fastidia la fiesta a la nueva referencia de la socialdemocracia española. La lideresa de la casta de los fontaneros solamente se ha limitado a aguantar el tirón y minimizar los daños. Y ha terminado por sonreír en la foto.

Pero, sin embargo, nada ha conseguido frenar la sangría de votos del PP, fruto de tres años de desgaste de Moncloa. Al Partido Popular le han golpeado en cada rincón de Andalucía, en cada capital y en cada escrutinio provincial. O quizás sería más correcto decir que se ha golpeado a sí mismo tras tratar de vender la campaña andaluza como el éxito de la austeridad y del advenimiento de la recuperación, con Rajoy como destacada cabeza de cartel con cinco visitas a Andalucía y varios ministros apadrinando actos de campaña. No ha colado.

En todas las provincias menos en Almería, donde han empatado, el PSOE más personalista, el del Gana Susana, ha logrado más diputados que el Partido Popular. Sin desgaste de Gobierno autonómico, el PP no ha sabido o no ha querido huir del pulso entre Díaz y el Gobierno Central. Quizás un error de cálculo no en la derrota, sino en la magnitud de la misma.

Además, mucho votante indeciso con algún pasado de papeleta popular no se vistió de domingo para ir a las urnas -conviene recordar que la abstención ha sido el 'partido' más votado con el 36% de los sufragios- y los que sí lo hicieron emigraron a Ciudadanos (como en Sevilla o en Málaga) o incluso al propio PSOE, ante una amenaza podemita que se ha quedado en eso, en amenaza, a la espera de batallas en plazas más propicias.

Todo ello ha sido demasiado para un Moreno Bonilla que apenas lleva un año al frente del partido en Andalucía y que será refrendado este mismo lunes. Rajoy reunirá al Comité Ejecutivo del PP para analizar los resultados, la caída de sus siglas, la entrada de Podemos y, sobre todo, la irrupción de Ciudadanos. Hablará de peligros, de desgaste y de palos, pero la vela, y eso es algo que no lo remedia ni el Cristo de Medinaceli, la aguantará el recién llegado. Que para eso era su cara la que salía en los carteles.

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