Elecciones Autonómicas 2011

Análisis: Podríamos estar ante un verdadero cambio de ciclo

El presidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda. Foto: Archivo

Las últimas encuestas publicadas este pasado fin de semana, previas a las elecciones del domingo, anuncian sin excepciones una victoria arrolladora del Partido Popular, que tendría incluso al alcance de la mano la conquista de dos de los tres feudos autonómicos en que el PSOE nunca ha dejado de gobernar en toda la etapa democrática, Extremadura y Castilla-La Mancha

Por varios motivos, el resultado en Castilla-La Mancha será el principal referente de la compleja consulta. La candidata del principal partido de la oposición, Dolores Cospedal, es la secretaria general del Partido Popular, volcada en el empeño regional durante toda la legislatura, y su victoria tendría una importante carga psicológica (igual que su hipotética derrota, obviamente).

El líder socialista y actual presidente de la Comunidad, Barreda, ha insistido hasta la extenuación en la dudosa tesis de que en estas elecciones sólo está en juego la gobernación de la comunidad autónoma y no cualquier otra cuestión de más trascendencia... Para afirmar esta visión de la realidad, ha rechazado incluso la visita de los líderes estatales de su partido, de forma que si saliera derrotado, habría quedado de manifiesto que los electores, que otorgan en las encuestas a Barreda mejor nota que a Cospedal, no han aceptado esta visión particular e introspectiva de la consulta y han lanzado una visual más larga sobre el horizonte.

Debacle socialista

En suma, la debacle socialista que se anuncia es tan grave que si se confirma el retroceso y se cumple el ascenso popular que igualmente presagian los sondeos, y que proporcionarían al partido de Rajoy la mayor concentración de poder territorial de que jamás ha disfrutado partido alguno en esta democracia, podría tener lugar un traumático desequilibrio desde el bipartidismo imperfecto actual a un modelo descentrado de partido hegemónico, en el que el PSOE debería proceder a una profundísima renovación antes de recuperar la envergadura y la influencia perdidas. Tarea ésta que podría requerirle más de una legislatura.

La mala previsión que recibe el PSOE está relacionada sin duda con la crisis económica -cuya magnitud había de desgastar evidentemente a cualquier gobierno encargado de afrontarla- y, desde luego, con la gestión que el Ejecutivo ha hecho de ella, tardía de reflejos y cargada de indecisiones y de retrasos.

Y la idea de cambio, instintiva después de una catástrofe como la experimentada, se ha abierto camino por varias vías: está extendido el tópico de que la derecha gestiona mejor la economía que la izquierda y se confía en que la alternancia tenga un efecto revulsivo y oxigenante. De cualquier modo, produce franca perplejidad que en Baleares y Valencia, comunidades en que el PP arrastra una lamentable historia de corrupción, los electores anuncien en las encuestas que van a reforzar la opción que les ha expoliado.

Todo indica, en fin, que estamos a escasas fechas de una mudanza significativa de los equilibrios políticos. Y que de cómo sean interiorizados los resultados por la opinión pública dependerá la anticipación o no de las elecciones generales. Una anticipación en todo caso más simbólica que real ya que el adelanto tan sólo sería de unos pocos meses.

De cualquier modo, el Partido Socialista tendrá que ponerse a trabajar a partir del próximo lunes para organizar su renovación interior, que ha de desembocar en la elección de un candidato a la presidencia del Gobierno. De esta operación dependerá en cierta medida la capacidad del PSOE para salir del pozo aunque nada le evitará, parece, un desastre electoral, que deberá será el escenario de una gran catarsis.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky