El euro sorprendió ayer a los mercados al dejarse un 2,25% en la sesión y experimentar su mayor caída desde agosto de 2010. El hecho de que la divisa, de por sí debilitada desde finales de 2014, ahonde todavía más su trayectoria hacia la paridad con el dólar tiene una causa clara: las negociaciones acerca de Grecia en absoluto se encuentran desbloquedas y al Gobierno de Alexis Tsipras cabe achacar la responsabilidad.
Su empecinamiento en invocar su legitimidad democrática ante los demás socios no oculta la verdad: Atenas aún no ha presentado un programa de reformas creíble que permita a aquéllos volver a socorrerlo financieramente con garantías. Y el tiempo corre en contra de una economía en situación límite como la griega.