La decisión de Bruselas de dar más tiempo a Francia e Italia para que reduzcan su deuda y su déficit ha despertado las privisibles críticas al Ejecutivo europeo de aplicar un doble rasero en cuanto a la disciplina fiscal, según se trate de un peso pesado del euro o de un país como Grecia.
Sin duda, resulta fácil atar cabos y ver en la mayor laxitud hacia París yRoma un premio por sumarse al bloque común frente a Atenas. Conviene no olvidar, sin embargo, que fue la unanimidad de ese bloque la que evitó que la credibilidad del euro, incluso, su supervivencia, volviera a peligrar. Por otro lado, las comparaciones deben hacerse con cautela: el déficit de Francia está en el 4,3 por ciento, no ha necesitado un rescate y nadie le exime de seguir haciendo reformas.
