Finalmente, superando incluso los plazos establecidos, el Gobierno griego presentó ayer al Eurogrupo el programa de reformas con el que pretende asegurar cuatro meses más de ayuda financiera europea, imprescindible para que Grecia haga frente a sus cuantiosos vencimientos de deuda de este año y frene la fuga de capitales. Un examen preliminar del documento puede dar la impresión de que Atenas se ha apuntado algunas victorias.
De hecho, el primer ministro Alexis Tsipras consigue evitar una subida del IVA (ahora situado en el 23%) a cambio de llevar a cabo un remozado de este impuesto aún por definir; de igual manera, tampoco llevará a cabo una rebaja de las pensiones. Sin embargo, el margen para realizar este tipo de maniobras nunca fue negado por el Eurogrupo.
Lo que a este último preocupó siempre es el cumplimiento de los objetivos de consolidación fiscal. Atenas puede elegir el camino para ello. Si no quiere hacerlo subiendo el IVA, tendrá que habilitar otras vías de aumento de los ingresos públicos. Y éstas, de momento, no quedan demasiado claras en el documento firmado por Tsipras.
Aun cuando ya cuenta con el visto bueno del Eurogrupo, son comprensibles las críticas de la directora del FMI, Christine Lagarde, acerca de la falta de concreción de Atenas cuando habla, por ejemplo, de perseguir un"enfoque inteligente" de la negociación colectiva o de crear una "nueva cultura fiscal". Atenas no puede soslayar la obligación de presentar a sus socios una hoja de ruta creíble.