La industria es uno de los sectores que más ha sufrido la todavía omnipresente crisis económica. No en vano desde 2008 han sido más de 800.000 empleos los que las fábricas españolas perdieron, una cifra comparable a los puestos de trabajo destruidos en otros ámbitos tan damnificados como la construcción. Sin embargo, 2014 ha marcado un punto de inflexión desde muchos puntos de vista. A la mejora de los beneficios de la banca o al freno a la caída de los precios inmobiliarios, hay que sumar también el hecho de que el sector industrial se erigió, junto con la agricultura, en el motor del crecimiento de puestos de trabajo en nuestro país.
De acuerdo con los expertos de Fedea, el empleo en este ámbito creció un 2,5%, superando los dos puntos porcentuales del sector servicios. Las factorías ya dan trabajo a 14 de cada 100 ocupados en nuestro país. También debe constatarse que, en su mayoría son empleos de calidad, en un momento en el que la asignatura pendiente del mercado laboral es equilibrar el avance del trabajo temporal y a tiempo parcial.
El músculo que demuestra la industria, además, sólo puede consolidar una recuperación que tomó velocidad de crucero en 2014 y que en 2015 aún pisará el acelerador hasta el 3%. E incluso resulta pertinente ampliar las miras y asumir, con toda seriedad, el compromiso, abanderado por Bruselas, de que las fabricas aporten el 20% del PIB europeo en 2020.
Para ello, hay que seguir dando pasos básicos como crear un mix energético competitivo y menos dependiente del exterior. Vale la pena: una industria fuerte evitará que futuras crisis sean tan demoledoras como lo ha sido para España la que comenzó en 2008.