Una de las asignaturas pendientes de la prometedora recuperación española, la normalización del crédito, dio muestras de empezar a encarrilarse en 2014. En particular, el volumen total de financiación bancaria en manos de los agentes económicos (familias, empresas y Administraciones) moderó su caída interanual, en diciembre pasado, hasta el 4,7%.
Se trata de una velocidad de descenso notablemente inferior a los 10 puntos porcentuales que el stock de crédito todavía mostraba a inicios de 2014 y se sitúa muy lejos de desplomes en el entorno del 13% que se registraban, mes tras mes, a mediados de 2013.
Si la inercia del último mes del año pasado se mantiene, resulta factible dar por excesivamente cautelosas las previsiones de las principales entidades financieras, que retrasaban toda verdadera recuperación del crédito al año 2016. Es más, la rúbrica propia del sector público ya está incluso experimentando francos avances (de hasta el 20% en su financiación neta).
Ahora bien, resulta indudable que hablar ya de un despertar pleno del negocio bancario resulta prematuro. Es más, la gran empresa cada vez apuesta más por diversificar sus fuentes de recursos y la emisión de bonos en los mercados de Holanda o Irlanda está en auge. En cuanto a las pymes y las familias, el nuevo crédito del que se benefician crece a una tasa del 11,4%, pero aún no basta para compensar las amortizaciones. Con cautelas, puede decirse, por tanto, que el sector financiero español muestra síntomas que anticipan lo que será la reacción de unas entidades que, tras un prolongado saneamiento, están dispuestas a recuperar rentabilidad en cuanto la recuperación económica lo haga posible.