El Gobierno del primer ministro Alexis Tsipras está convirtiendo en su seña de identidad el doble juego consistente en mostrar alternativamente firmeza y ablandamiento. Tanto Tsipras como su ministro Yanis Varoufakis abrazaron esa estrategia en su reciente gira de presentación por las capitales europeas y, esta semana, clave para decidir el futuro del rescate financiero de Grecia despliegan una táctica semejante. Así, después de que el enrocamiento de Varoufakis frustrara la reunión del Eurogrupo del pasado lunes, Atenas estudia hoy dejar a un lado los maximalismos y conseguir que sus socios del euro le concedan un tiempo muerto, para negociar un nuevo programa de auxilio.
Sin embargo, más allá del tactismo de Tsipras y Varoufakis, lo cierto es que ambos han visto ahora reducido su margen de negociación como nunca antes. No en vano el BCE se encuentra ya barajando cerrar la última vía de contacto entre los bancos helenos y el eurosistema: las líneas de financiación de emergencia ELA. Éstas ya se encuentran prácticamente agotadas, debido a la ingente fuga de capitales que está sufriendo el país mediterráneo. Su supresión sólo remacharía una situación ya de por sí crítica.
Ha sido necesario que Atenas se asome al abismo para tomar conciencia de que sus órdagos únicamente perjudican a su propio país. La zona del euro actual ya no es la que navegaba casi a la deriva entre 2010 y 2012 y ahora puede asumir un hipotético abandono griego (lo han demostrado la tranquilidad de los mercados en el día posterior al Eurogrupo truncado). Tsipras y Varoufakis tienen que asumir que es tiempo de negociar con seriedad y dejarse de dobles juegos y de provocar despistes.