La protección que Podemos desplegó en torno a su secretario general ha hecho aguas de forma clara, y este último ha optado por la huida. Hasta ahora, Pablo Iglesias había podido librarse de dar explicaciones sobre la presunta elusión fiscal que practicó a través de su productora Con Mano Izquierda (CMI). Mientras Iglesias guardaba silencio, fueron los portavoces de esa organización los que tuvieron que encargarse de justificar, sin poder desmentir, los supuestos pagos en negro de los que se beneficiaba el ahora líder de Podemos gracias a CMI.
Según denunció este diario, Iglesias desviaba el cobro de 1.500 euros mensuales, procedentes de Canal 33, mediante la productora, que oficialmente constituía una asociación sin ánimo de lucro. Los indicios acumulados por elEconomista, entre ellos los recibís mismos, han bastado para que Manos Limpias prepare una querella por fraude fiscal. Ante el giro de los acontecimientos, Iglesias se apresuró a cortar lazos con la productora. Lo ha hecho abandonando el puesto de vocal que en ella ocupaba desde abril de 2012. El cambio se dio a conocer a Interior el 12 de este mes.
CMI defiende que la decisión se tomó en septiembre, cuando las acusaciones de fraude aún no existían, sin justificar a qué se debe una demora de cuatro meses en comunicar la modificación de un organigrama. Mientras, Iglesias se comporta como quien tiene mucho que ocultar y quiere evitar ser el último cabecilla de Podemos, junto a Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero, en verse manchado por escándalos. Con todo, la estrategia de esconder la cabeza ante una acusación tan grave como es el fraude fiscal es lo peor que puede hacer un político que espera tener opciones en las próximas elecciones.