Editoriales

Cara y cruz de un IPC en negativo

El año 2014 terminó haciendo historia en lo que a la inflación se refiere. Así, España cerró un ejercicio completo con el IPC anual en negativo por primera vez desde que existen estadísticas comparables. Además, el 1% por debajo de cero de diciembre es la tasa más baja desde julio de 2009, un año de recesión. Son ya seis meses seguidos de inflación en negativo que permite hechos casi inéditos hasta ahora, como la congelación de tarifas de varios servicios públicos, lo que unido a la renta que queda liberada por las bajadas de precios propiamente dichas tiene como resultado un aumento del poder adquisitivo.

Éste es posible sin llevar a cabo subidas de las pensiones, cuya cuantía aún podría comprometer los objetivos de déficit y deuda públicos. Del mismo modo, los agentes sociales no pueden dejar de tener en cuenta este contexto cuando aún están inmersos en la negociación de los convenios para 2015 y 2016. Incrementos moderados de los salarios (como el 0,6 por ciento que propone la patronal), que no comprometan las ganancias de competitividad de los últimos años, pueden considerarse razonables.

Existen, en suma, facetas sin duda positivas en un fenómeno que los expertos consideran que aún carece de recorrido para ser considerado deflación. Ahora bien, la evolución del petróleo garantiza un IPC en mínimos, hasta la primavera y debe considerarse el hecho de que su velocidad de caída batió en diciembre todas las previsiones. Además, la inflación subyacente, que excluye el efecto del crudo, se encuentra en un llamativo 0%. Es un escenario delicado, en el que cualquier tropiezo en la recuperación económica podría hacer que la deflación se materializara.

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