El presidente Rajoy matizó recientemente el triunfalismo que mostró en la última reunión del Consejo Empresarial para la Competitividad cuando dio por terminada la crisis "en muchos aspectos". El jefe del Ejecutivo explicó más tarde que lo que quiso decir es que las turbulencias han cesado, lo que no equivale a ignorar que persisten sus consecuencias.
Entre ellas, Rajoy debe seguir con especial atención el aún alto paro y una desconfianza ciudadana hacia las instituciones que ceban dos fenómenos. Por un lado, se encuentra el hecho de que Podemos pueda convertirse en una fuerza de peso en el Parlamento que surgirá de las elecciones generales de 2015.
Sus mensajes populistas y contrarios al libre mercado siguen calando, pese a que sus propios líderes no se apliquen la estricta ética que pregonan. Por otro lado, el secesionismo catalán mantiene su desafío ante un Gobierno central que todavía no sabe hallar una salida negociada. Populismo e independentismo son dos fuerzas que pueden enrarecer el clima político y económico hasta el punto de que el potencial de avance del PIB el año que viene pierda un punto porcentual, según estima Freemarket.
Ésa es exactamente la cuantía que el Gobierno, y varias casas de análisis, esperan que se sume al potencial de crecimiento de la economía española, gracias al histórico abaratamiento del crudo y a la depreciación del euro. Tampoco estos factores han de darse por asegurados, puesto que la incierta situación política griega y la recesión en Rusia bastarían para truncarlos.
La recuperación española toma velocidad de crucero y 2015 tiene potencial para constituir todo un cambio de ciclo, pero Gobierno (y ciudadanos) deben calibrar en igual medida fortalezas y riesgos.