"Virguerías" es lo que el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, se ve capaz de hacer en España, en caso de gobernar, gracias a una lucha efectiva contra el fraude fiscal. No en vano, siempre que Iglesias se ve conminado a explicar de qué manera piensa respaldar propuestas tan ambiciosas como crear una renta básica para los ciudadanos, o adelantar la edad de jubilación, responde lo mismo: haciendo lo posible para que la economía sumergida española abandone los escandalosos niveles actuales, que rondan el 25% del PIB oficial. Sin embargo, esa intención no se compadece en absoluto con el comportamiento que Iglesias ha mostrado a la hora de dirigir sus propios negocios.
En 2012 y 2013, el politólogo estuvo al frente de una productora audiovisual que, ante Hacienda, se presentaba como asociación sin ánimo de lucro que persigue fines sociales, con los beneficios fiscales que ese estatus acarrea. Sin embargo, la productora trabajó, entre otros, para organismos privados muy vinculados al propio Iglesias como la cadena iraní Hispan TV o IU, con el propósito de ofrecerles servicios que normalmente contratarían en el mercado, como es la producción de documentales y anuncios.
Y, de hecho, hace un año la asociación sin ánimo de lucro mutó en una sociedad limitada con otro primer espada de Podemos al frente, Juan Carlos Monedero, con una facturación de 425.000 euros en solo dos meses. Todo apunta a que Iglesias, a pequeña escala, se muestra tan ducho en ingeniería fiscal como las multinacionales que critica en el Parlamento Europeo por tributar a través de Luxemburgo. El líder de Podemos debe explicar esa llamativa semejanza con la casta que presenta.