El Banco Espírito Santo careció de escrúpulos a la hora de postergar el interés de sus clientes intentando tapar sus propios agujeros. Poco antes de ser intervenido, en abril pasado, sus responsables no dudaron a la hora de echar mano a los recursos invertidos por los partícipes del fondepósito Fonplazo 2015. El objetivo era comprar deuda del propio banco, ya en apuros. La huida hacia adelante se hizo sin informar a los partícipes, quienes muy probablemente habrían reaccionado retirándose. No en vano se avecinaba una pérdida inaudita, para un producto tan conservador, de casi un 7% en seis meses. Fue el precio que el BES obligó a pagar por una operación que, si bien no es ilegal, contraviene todo principios de una gestión eficiente.