El cierre del año se aproxima y otra voz se alza para alertar de que las comunidades autónomas vuelven a poner en peligro el cumplimiento del objetivo de déficit fijado para 2014. Primero fue la recién nacida Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal la que lanzó la alarma sobre unos números rojos regionales superiores a lo comprometido.
Ayer, Fedea puso cifras a esas temores, cuantificando una desviación histórica: el déficit conjunto de las regiones va camino del 1,8% del PIB, ocho décimas por encima del límite que Hacienda exige. Las previsiones del think tank se basan en datos recopilados hasta julio, pero su extrapolación al conjunto del año es justificable. A esas alturas del ejercicio gran parte de la partida está decidida, puesto que desde octubre es posible derivar gastos comprometidos a la contabilidad del año siguiente.
Es razonable prever que, sobre todo, las seis autonomías que ya han agotado todo su margen de déficit se aferrarán a este balón de oxígeno. Igual que aprovecharon otros que el Gobierno les brindó, como los déficit a la carta de 2013 o el FLA. Los primeros sólo permitieron cumplir por la mínima el objetivo presupuestario; el Fondo de Liquidez, por su parte, ha mantenido en pie regiones quebradas como Cataluña o la Comunidad Valenciana, pero al precio de que se permitieran no enmendar sus cuentas. La legislatura termina dejando pendiente la tarea de ejercer un verdadero control del gasto autonómico, al tiempo que el alumno modélico hasta el momento, el Estado, también se relaja y elevará su desembolso corriente un 4,6% en 2015. La oportunidad de hacer una verdadera reforma del sector público queda pospuesta sine die.