Editoriales

El cava, otra vez rehén de la política

La industria del cava es, desde hace años, la víctima colateral por excelencia del enfrentamiento entre la Generalitat y el Gobierno central. En el sector aseguran que aún duelen las heridas que provocó en 2004 el llamamiento del entonces líder de ERC, Josep Lluis Carod-Rovira, a boicotear la candidatura de Madrid a los Juegos Olímpicos de 2012. A tan irresponsable arenga, muchos consumidores de fuera de Cataluña respondieron, de forma también injusta, dejando de comprar el que aún se considera un producto de origen catalán en exclusiva. En los años posteriores, reinó la mínima sensatez necesaria para que ningún político abogara por levantar barricadas comerciales. Con todo, desde el Consejo Regulador del Cava aseguran que, tras el espectacular descenso del 20% en las ventas acumulado desde 2006, actúa un boicot soterrado.

Desde luego, las dos recesiones sufridas en España influyeron y las principales marcas reaccionaron lanzándose con éxito a exportar. Ahora bien, acotando más las cifras, aparece un empeoramiento que se solapa exactamente con el recalentamiento del debate soberanista: a partir de 2010, en Madrid las ventas cayeron un 40%. Y lo más intenso del pulso se hizo esperar hasta este verano, así que es de esperar que el gran golpe económico esté por sentirse (de momento, la creación de empresas cae ya en Cataluña el doble que en el resto de España). La Navidad se halla demasiado cerca de ese estío tan bronco, y del 9-N, como para no temer un nuevo boicot al cava. El sector reclama diálogo a los políticos. Barcelona y Madrid deben escuchar este llamamiento. Una vez cumplida la ley y desactivada la consulta, es necesario reactivar la negociación.

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