Las televisiones y radios públicas se repartieron el año pasado subvenciones por valor de 2.000 millones de euros, dinero que en gran parte salió del bolsillo de todos los españoles. La cifra se antoja desproporcionada en un año en el que los ciudadanos sufren severos ajustes en partidas de gasto como la sanidad, la educación o la inversión. A modo de ejemplo, el presupuesto es casi similar al que recibirá el Ministerio de Sanidad. Un ejemplo de que las teles autonómicas no se ajustan y, sobre todo, de la resistencia política de sus gobiernos regionales a cerrar sus canales de influencia en el electorado. Esto explica por qué los presidentes se nieguen a abordar en serio un modelo insostenible, pese a que las cuentas no salen. El debate es obligado.