El peor enemigo de la inversión es la incertidumbre, bien sea política o económica. A la situación de crisis de toda España, Artur Mas ha añadido las dudas que crea entre los inversores extranjeros su aventura independentista. Desde la Generalitat se intenta ocultar esta realidad, pero los datos son tozudos y demuestran que las advertencias sobre las consecuencias económicas y sociales de una hipotética independencia pueden ser muy graves.
No se trata, como algunos intentan justificar, de amenazas fútiles por parte de quienes no están de acuerdo con la secesión de Cataluña. Los efectos de las dudas sobre este proceso ya se están empezando a notar. Según un estudio de Convivencia Cívica Catalana, en el segundo trimestre de este ejercicio Cataluña ha recibido un 66 por ciento menos de inversión extranjera que en el mismo periodo de 2013.
Estos datos revelan la gravedad del desplome de esta variable, que marca mínimos históricos al pasar de 787 millones a sólo 267 millones. No cabe atribuir este resultado a la crisis, porque otras autonomías como Madrid han recibido en los seis primeros meses del año seis veces más. Es el resultado de la inestabilidad generada por la radicalización del discurso político.
Desde luego también influye la incapacidad del Gobierno de Artur Mas de controlar su déficit y su deuda, mientras la atención se desvía hacia otros objetivos para ocultar el descalabro presupuestario. Sin embargo, la realidad se impone a los intereses de los políticos. Todavía hay tiempo para la reflexión y para analizar las consecuencias negativas que tendría el proceso independentista tanto para Cataluña como para España. Mas y Rajoy tienen que hallar un punto de encuentro.