Cuando parecía que la tensión entre Madrid y Barcelona se volvía insoportable, Artur Mas empieza a mostrar signos evidentes de un cambio de rumbo. También se vislumbra, aunque exteriormente de forma menos perceptible, una mayor receptividad por parte de Mariano Rajoy tras el encuentro que celebraron el pasado 30 de julio.
No fue un diálogo de sordos y del documento de 23 propuestas que el president entregó a Rajoy, Moncloa estudia cuáles pueden ser factibles. El Gobierno sólo impone una condición: que no se celebre una consulta el día 9 de noviembre. A partir de ahí, se empezará a hablar sobre las posibilidades de que Cataluña pueda tener más capacidad fiscal y mayor reconocimiento.
Pero primero es necesario que Mas escenifique públicamente su cambio de postura. Por eso ha dicho que no se piensa salir de la legalidad, una declaración que irritó a Oriol Junqueras. Un enfado comprensible, pues frustra los planes independentistas de ERC, que empieza a perder el apoyo de CiU. El president ratificó ayer de nuevo su alejamiento de la izquierda independentista, al rechazar en el Parlamento de Cataluña la oferta de Junqueras de formar parte del Gobierno de la Generalitat.
Es más, indicó a ERC que podría contar con el apoyo de otros grupos de la Cámara para no tener que convocar elecciones anticipadas. Miquel Iceta, del PSC, recogió el guante y se ofreció a ayudar. Un Gobierno de coalición con los socialistas daría estabilidad y favorecería la negociación con Madrid. Esto posibilitaría a Mas y a Rajoy más tiempo para dar respuesta a las aspiraciones catalanas, sin necesidad de una ruptura. Un escenario que impulsaría la recuperación económica y mejoraría las cuentas de la Generalitat.