
Pedro Sánchez se antoja el Adolfo Suárez del siglo XXI, tiene estampa y es simpático.
En el cuartel general del PP cunde el miedo. No sé si tanto por la irrupción en el ágora de la política nacional de Pablo Iglesias -a quien algunos mentideros aseguran, el PP empezará a ignorar-, como por la aparición estelar de Pedro Sánchez, el nuevo secretario general del PSOE a partir de este fin de semana, una suerte de mirlo blanco a quien nadie esperaba y muy pocos daban algo por él.
Expertos demoscópicos se afanan estos días en elaborar informes donde la proyección de Podemos creeen que se irá desinflando con el paso del tiempo. En el caso de que hoy se celebrasen elecciones generales, las encuestas les dan cuatro millones en intención de voto, un resultado poco adverso para quien en un haz de luz ha levantado un nuevo partido.
Desinflado o no el resultado, cuatro millones de papeletas abren muchas puertas a inéditas alianzas, lo que ya ha planteado la propia formación liderada por Pablo Iglesias. A priori, Podemos se esforzará por coser todos los frentes de la izquierda para ganar, en la medida de la aritmética política, plazas como las de Barcelona y Madrid. Monedero y sus chicos lo tienen claro: "Vamos a gobernar". De momento, el CIS les sitúa como tercera fuerza. ¡Ver para creer! No sé si con estas expectativas la estrategias del silencio y la desidia es la más recomendable... Dejar pasar, pensarán algunos... ¡Ay!, pero ningún enemigo es débil, afirmó un anónimo.
Y mientras Iglesias se arregla su coleta, y aclara si dona el dinero de sus tertulias televisivas o paga como un tirano a sus trabajadores -vaya semanita que le ha caído al de Podemos- Pedro Sánchez, el guapo del socialismo español, ha abierto otra espita a la guerra abierta entre los dirigentes del Partido Popular.
No sé si Pedro Sánchez es el antídoto de Pablo Iglesias. Eso está por ver. De momento ha demostrado que goza de simpatía, telegenia, don de gentes, y si habla o no mejor, ya irá puliendo algunas lagunas propias de quien arranca desde infantería (entre ellas los casos que pringan la política de la Junta de Andalucía y las reprobables actuaciones del sindicato, UGT, el caos del PSC, o el discutido y discutible concepto de federalismo del remozado PSOE).
Pese a estos nubarrones cargados de truenos, Pedro Sánchez se antoja el Adolfo Suárez del siglo XXI. Tiene buena estampa, y a ver quién de sus simpatizantes femeninas se resiste a no votarle cuando acuda a las urnas, aunque éste sea un argumento frívolo.
El diputado madrileño está en consonancia con los nuevos tiempos y parece elegido ad hoc ahora que España proclama Rey a Felipe VI. Sánchez apunta maneras. En sus primeros días, y sin ser aún el secretario oficial de los socialistas, le ha dicho a Jean-Claude Juncker que en cuestión de apoyos, nada de nada. El luxemburgués tiene un currículum jalonado de espionaje y corrupción. Y de cara a la galería estas menudencias cuentan. El movimiento táctico ha fastidiado, por mucho que traten de ocultarlo, a sus propios eurodiputados/as, especialmente a quien ya tenía apañado un carguito a cambio de un voto favorable para consagrar al conservador a la Presidencia de la Comisión Europea durante dos años.
¡Ah!, pero hete aquí que el profesor de Economía tiene carácter. La elección de César Luena como secretario de Organización del PSOE demuestra que goza de criterio propio. Y eso, en política, es un plus añadido para consolidar un liderazgo, cualidad de la que adolecen los primeros espadas del PP, tan preocupados estos días por una famosa coleta.