Las balanzas fiscales -el saldo entre la Administración Central y las Comunidades Autónomas de lo que se recauda y se gasta en cada territorio- son un arma que usan los gobiernos regionales para denunciar ante sus ciudadanos los maltratos fiscal del Gobierno central y reclamar más fondos. Se trata de una reclamación reiterada de la Generalitat de Cataluña a la que, por cierto, se han unido también otros gobiernos autonómicos del PP descontentos con el trato fiscal de Hacienda. Pues bien, ya se conocen los datos y, efectivamente, dan en parte la razón a Cataluña.
Hacienda reconoce que paga a la comunidad 8.455 millones de euros menos de lo que recibe. Menos de los declarados por el gobierno regional, pero una cifra significativa que deja constancia de que los catalanes aportan más de lo que ingresan. Comunidades como Cataluña, Madrid o Baleares (que son las que más fondos aportan) se preguntan con razón por qué pagan con sus impuestos los beneficios que los gobiernos regionales de Andalucía, Canarias o Extremadura usan para engordar su propio ego.
Cataluña es de las que más paga, pero las inversiones del Estado en la región se han desplomado un 75% desde el inicio de la crisis. Una relación entre aportación y financiación cuando menos discutible, y que van más allá del debate soberanista de Artur Mas. No obstante, este galimatías en que se han convertido las balanzas fiscales no pueden hacernos perder su objetivo final, que es el de la solidaridad. Pero que los propios técnicos que lo elaboran reconozcan que el sistema es "nefasto" indica que hace falta reformarlo. Un dato que Rajoy debería tener en cuenta a la hora de afrontar la cumbre bilateral con Mas el próximo día 30.