A estas alturas de la crisis de Gowex nadie duda de que Jenaro García era un vendedor de humo (que no de sueños). Los empresarios que venden sueños son bien recibidos, no así los que venden humo, mentiras sustentadas sobre la nada que sirven para estafar a sus accionistas. El dueño de la empresa de wifi llevaba diez años mintiendo. En sus declaraciones realizadas ayer ante el juez, Jenaro García describió el modus operandi de Gowex, lo más parecido a una estafa piramidal de un negocio que no se sustenta en nada.
El empresario ha reconocido que falseó las cuentas y que simuló facturar con varias empresas que él mismo había creado y que estaban controladas por testaferros. Esa actividad delictiva se desarrolló a partir de 2004, cuando la empresa empezó a tener problemas financieros. Pero resulta curioso que mientras esto sucedía de puertas adentro, de puertas afuera Gowex subía como la espuma.
El fuerte crecimiento del beneficio por acción atrajo la atención de los inversores, que no se percataron del engaño. La propaganda que se hizo en los foros hizo el resto. Nadie dudaba de Gowex, de un negocio con una capitalización superior a los 1.900 millones de euros. Durante su meteórica subida Jenaro García aprovechó para ampliar capital una y otra vez, lo que le permitió convertir en real dinero especulativo. Tan real como los tres millones que García tiene en una cuenta de Luxemburgo. La labor que tiene el juez por delante no es fácil. Tampoco lo es para el MAB, cuyo sistema de supervisión ha quedado seriamente dañado. Nadie duda de la utilidad del MAB, pero es necesario sanear los cimientos de un mercado en el que encuentran financiación alternativa las medianas empresas.