El carácter italiano tiende a dejarse llevar por las emociones en vez de pensar con frialdad. Quizá por eso el clima político del país carece de la estabilidad que necesita la tercera economía más importante de la UE. La dimisión del primer ministro, Enrico Letta, después de que el Partido Democrático (PD) aprobase por 136 votos a favor que Italia necesita un nuevo Gobierno, muestra las ansias de cambio.
El nuevo líder del PD, Matteo Renzi, llega al poder con una estrategia basada en los malos datos económicos y la ineficacia de Letta para hacer reformas. La inestabilidad política, con independencia de quien gobierne, no es la mejor receta para salir del atolladero. Se necesita un ejecutivo que dure una legislatura para impulsar las reformas que Italia espera y no llegan.